Filemón - Santiago 5 (DHH) (2024)

Table of Contents
Saludo Acción de gracias y petición Intervención a favor de Onésimo Despedida Dios ha hablado por medio de su Hijo Importancia de la salvación anunciada Jesús, semejante a sus hermanos Comparado con Moisés Exhortación a la fidelidad Jesús, sacerdote compasivo Exhortación a progresar en la fe Promesa y juramento Jesús, sacerdote como Melquisedec Los dos sacerdocios Superioridad del sacerdocio de Jesús Imperfección del culto antiguo Imperfección de la primera alianza Ineficacia de los sacrificios antiguos Eficacia del sacrificio de Cristo La nueva alianza El acceso a Dios Ineficacia de la ley antigua El sacrificio de Cristo Exhortación a la fidelidad La fe de los antiguos Fortaleza en el sufrimiento Exhortación a la vigilancia Actitudes cristianas Bendición y despedida Saludo Fortaleza en las pruebas Necesidad de poner en práctica el mensaje Advertencia contra la discriminación La fe se muestra con los hechos La lengua La verdadera sabiduría La amistad con el mundo No hacer planes con orgullo Advertencias a los ricos Esperar con paciencia La oración La conversión del pecador Saludo Acción de gracias y petición Intervención a favor de Onésimo Despedida Dios ha hablado por medio de su Hijo Importancia de la salvación anunciada Jesús, semejante a sus hermanos Comparado con Moisés Exhortación a la fidelidad Jesús, sacerdote compasivo Exhortación a progresar en la fe Promesa y juramento Jesús, sacerdote como Melquisedec Los dos sacerdocios Superioridad del sacerdocio de Jesús Imperfección del culto antiguo Imperfección de la primera alianza Ineficacia de los sacrificios antiguos Eficacia del sacrificio de Cristo La nueva alianza El acceso a Dios Ineficacia de la ley antigua El sacrificio de Cristo Exhortación a la fidelidad La fe de los antiguos Fortaleza en el sufrimiento Exhortación a la vigilancia Actitudes cristianas Bendición y despedida Saludo Fortaleza en las pruebas Necesidad de poner en práctica el mensaje Advertencia contra la discriminación La fe se muestra con los hechos La lengua La verdadera sabiduría La amistad con el mundo No hacer planes con orgullo Advertencias a los ricos Esperar con paciencia La oración La conversión del pecador Saludo Acción de gracias y petición Intervención a favor de Onésimo Despedida Dios ha hablado por medio de su Hijo Importancia de la salvación anunciada Jesús, semejante a sus hermanos Comparado con Moisés Exhortación a la fidelidad Jesús, sacerdote compasivo Exhortación a progresar en la fe Promesa y juramento Jesús, sacerdote como Melquisedec FAQs

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Saludo

1Pablo, preso por causa de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo saludan a Filemón, querido compañero de trabajo, 2y a la iglesia que se reúne en su casa, así como a la hermana Apia y a Arquipo, nuestro compañero en la lucha. 3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes.

Acción de gracias y petición

4Siempre doy gracias a mi Dios al acordarme de ti en mis oraciones, 5porque he tenido noticias del amor y la fe que tienes para con el Señor Jesús y para con todos los que pertenecen al pueblo santo. 6Y pido a Dios que tu participación en la misma fe te lleve a conocer todo el bien que podemos realizar por amor a Cristo. 7Estoy muy contento y animado por tu amor, ya que tú, hermano, has llenado de consuelo el corazón de los que pertenecen al pueblo santo.

Intervención a favor de Onésimo

8Por eso, aunque en nombre de Cristo tengo derecho a ordenarte lo que debes hacer, 9prefiero rogártelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano, y ahora preso por causa de Cristo Jesús, 10te pido un favor para mi hijo Onésimo, de quien he llegado a ser padre según la fe aquí en la cárcel.

11En otro tiempo, Onésimo fue para ti un esclavo inútil, pero ahora nos es útil tanto a ti como a mí. 12Te lo envío de nuevo: es el hijo de mis entrañas. 13Yo hubiera querido que se quedara aquí conmigo, para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por causa del evangelio. 14Pero no quiero hacer nada que tú antes no hayas aprobado, para que el favor que me haces no sea por obligación sino por tu propia voluntad. 15Tal vez Onésimo se apartó de ti por algún tiempo para que ahora lo tengas para siempre, 16ya no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo todavía más, no sólo humanamente sino también como hermano en el Señor.

17Así pues, si me tienes por hermano en la fe, recíbelo como si se tratara de mí mismo. 18Si te ha hecho algún daño, o si te debe algo, cóbramelo a mí. 19Yo, Pablo, escribo esto con mi puño y letra: Yo lo pagaré. Por no decir que lo pongas a tu cuenta, ya que tú me debes tu propia persona. 20Sí, hermano, te pido este favor por amor al Señor; consuela mi corazón como hermano en Cristo.

21Te escribo porque estoy seguro de tu obediencia, y sé que harás más de lo que te pido. 22Además de esto, prepárame alojamiento; porque espero que, en respuesta a las oraciones de ustedes, Dios les concederá que yo vaya a verlos.

Despedida

23Saludos de Epafras, mi compañero de cárcel por causa de Cristo Jesús, 24y también de Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, que me ayudan en el trabajo.

25Que el Señor Jesucristo derrame su gracia sobre ustedes.

Dios ha hablado por medio de su Hijo

1En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. 2Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. 3Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros pecados, se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios, 4y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido en herencia un título mucho más importante que el de ellos.

5Porque Dios nunca dijo a ningún ángel:

«Tú eres mi Hijo;
yo te he engendrado hoy.»

Ni dijo tampoco de ningún ángel:

«Yo seré un padre para él,
y él será un hijo para mí.»

6Pero en otro lugar, al presentar a su Hijo primogénito al mundo, dice:

«Que todos los ángeles de Dios lo adoren.»

7Respecto a los ángeles, Dios dice:

«Hace que sus ángeles sean como vientos,
y como llamas de fuego sus servidores.»

8Pero respecto al Hijo, dice:

«Tu reinado, oh Dios, es eterno,
y es un reinado de justicia.
9Has amado lo bueno y odiado lo malo;
por eso te ha escogido Dios, tu Dios,
y te ha colmado de alegría
más que a tus compañeros.»

10También dice:

«Tú, oh Señor, afirmaste la tierra desde el principio;
tú mismo hiciste el cielo.
11Todo ello dejará de existir,
pero tú permaneces para siempre.
Todo ello se gastará como la ropa;
12¡lo doblarás como se dobla un vestido,
lo cambiarás como quien se cambia de ropa!
Pero tú eres el mismo;
tu vida no terminará.»

13Dios nunca dijo a ninguno de los ángeles:

«Siéntate a mi derecha,
hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.»

14Porque todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación.

Importancia de la salvación anunciada

2Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para que no nos apartemos del camino. 2Los mandamientos que Dios dio en otros tiempos por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron castigados justamente. 3¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor fue quien anunció primero esta salvación, la cual después confirmaron entre nosotros los que oyeron ese mensaje. 4Además, Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su voluntad.

Jesús, semejante a sus hermanos

5Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando. 6Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara:

«¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
7Por un poco de tiempo lo hiciste algo menor que los ángeles,
pero lo coronaste de gloria y honor;
8todo lo sujetaste debajo de sus pies.»

Así que, al sujetarlo todo debajo de sus pies, Dios no dejó nada sin sujetarlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sujeto. 9Pero vemos que Jesús, a quien Dios hizo algo menor que los ángeles por un poco de tiempo, está coronado de gloria y honor, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su amor, quiso que experimentara la muerte para bien de todos.

10Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. 11Porque todos son del mismo Padre: tanto los consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12al decir en la Escritura:

«Hablaré de ti a mis hermanos,
y te cantaré himnos en medio de la congregación.»

13También dice:

«En él pondré mi esperanza.»

Y otra vez dice:

«Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.»

14Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. 15De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida. 16Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. 17Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. 18Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.

Comparado con Moisés

3Por lo tanto, hermanos, ustedes los del pueblo santo, que han sido llamados por Dios a ser suyos, consideren atentamente a Cristo Jesús, el Apóstol y Sumo sacerdote, gracias al cual profesamos nuestra fe. 2Pues Jesús ha sido fiel a Dios, que lo nombró para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la casa de Dios. 3Pero a Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés, del mismo modo que el que hace una casa recibe más honor que la casa misma. 4Toda casa tiene que estar hecha por alguien; pero Dios es el que hizo todo lo que existe. 5Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir. 6Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos.

Exhortación a la fidelidad

7Por eso, como dice el Espíritu Santo en la Escritura:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
8no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron
y pusieron a Dios a prueba en el desierto.
9Allí me pusieron a prueba los antepasados de ustedes,
aun cuando habían visto mis obras durante cuarenta años.
10Por eso me enojé con aquella generación,
y dije: “Andan siempre extraviados en su corazón,
y no han querido conocer mis caminos.”
11Por eso juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo.»

12Hermanos, cuídense de que ninguno de ustedes tenga un corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios viviente. 13Al contrario, anímense unos a otros cada día, mientras dura ese «hoy» de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde. 14Porque nosotros tenemos parte con Cristo, con tal de que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio.

15Por lo cual dice:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.»

16¿Y quiénes fueron los que se rebelaron después de haber oído la voz de Dios? Pues todos los que Moisés había sacado de la tierra de Egipto. 17¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? Con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto. 18¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A los que desobedecieron. 19Y, en efecto, vemos que no pudieron entrar porque no creyeron.

4Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje. 3Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:

«Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.»

Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo; 4pues en alguna parte de las Escrituras se dice del séptimo día:

«Dios reposó de todo su trabajo el séptimo día.»

5Y otra vez se dice en las Escrituras:

«No entrarán en mi reposo.»

6Pero todavía falta que algunos entren en ese lugar de reposo, ya que, por haber desobedecido, no entraron los que primero recibieron el anuncio. 7Por eso, Dios ha vuelto a señalar un día, un nuevo «hoy», y lo ha hecho hablándonos por medio de lo que, mucho tiempo después, David dijo en la Escritura ya mencionada:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón.»

8Porque si Josué les hubiera dado reposo a los israelitas, Dios no habría hablado de otro día. 9De manera que todavía queda un reposo sagrado para el pueblo de Dios; 10porque el que entra en ese reposo de Dios, reposa de su trabajo, así como Dios reposó del suyo. 11Debemos, pues, esforzarnos por entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de aquellos que no creyeron.

12Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.

Jesús, sacerdote compasivo

14Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos. 15Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó. 16Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad.

5Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados. 2Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y los extraviados; 3y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo. 4Nadie puede tomar este honor para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón. 5De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:

«Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.»

6Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

7Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. 8Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; 9y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen, 10y Dios lo nombró Sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.

Exhortación a progresar en la fe

11Tenemos mucho que decir sobre este asunto, pero es difícil explicarlo, porque ustedes son lentos para entender. 12Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. 13Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. 14La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo.

6Así que sigamos adelante hasta llegar a ser adultos, dejando a un lado las primeras enseñanzas acerca de Cristo. No volvamos otra vez a las cosas básicas, como la conversión y el abandono de las obras que llevan a la muerte, o como la fe en Dios, 2las enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los creyentes, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3Es lo que haremos, si Dios lo permite.

4Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo, 5y saborearon el buen mensaje de Dios y el poder del mundo venidero, 6si caen de nuevo, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla de todos. 7Son como la tierra que bebe la lluvia que cae en abundancia sobre ella: si da una cosecha útil a los que la trabajan, recibe la bendición de Dios; 8pero si da espinos y cardos, no vale nada; cae bajo la maldición de Dios, y finalmente será quemada.

9Pero aunque hablamos así, queridos hermanos, estamos seguros de que ustedes se encuentran en el primer caso, es decir, en camino de salvación. 10Porque Dios es justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le han mostrado al ayudar a los del pueblo santo, como aún lo están haciendo. 11Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza. 12No queremos que se vuelvan perezosos, sino que sigan el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.

Promesa y juramento

13Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por sí mismo, porque no había otro superior a él por quien jurar; 14y dijo: «Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.» 15Abraham esperó con paciencia, y recibió lo que Dios le había prometido. 16Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no hay más que discutir. 17Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el juramento. 18De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado. 19Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco. Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial, 20donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando así a ser Sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

Jesús, sacerdote como Melquisedec

7Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo; 2entonces Abraham le dio la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla. Ante todo, hay que notar que el nombre Melquisedec significa «rey de justicia», pero aparece también como rey de Salem, que quiere decir «rey de paz». 3Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento ni de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre.

4Ahora bien, fíjense qué importante era Melquisedec, que nuestro propio antepasado Abraham le dio la décima parte de lo que les había ganado a los reyes en la batalla. 5Según la ley de Moisés, los sacerdotes que son descendientes de Leví tienen el derecho de cobrarle al pueblo la décima parte de todo, a pesar de que son sus parientes y descienden de Abraham lo mismo que ellos. 6Pero Melquisedec, aunque no era descendiente de Leví, le cobró la décima parte a Abraham, que había recibido las promesas de Dios. Así Melquisedec bendijo a Abraham; 7y nadie puede negar que el que bendice es superior al bendecido. 8Aquí, en esta vida, los que cobran la décima parte son hombres mortales; pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive. 9Y se puede decir que los sacerdotes que descienden de Leví, y que ahora cobran la décima parte, pagaron también la décima parte a Melquisedec al pagársela a él Abraham; 10porque, en cierto sentido, cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham, éste llevaba ya en su cuerpo a sus descendientes que aún no habían nacido.

Los dos sacerdocios

11El pueblo de Israel recibió la ley basada en el sacerdocio levítico. Ahora bien, si estos sacerdotes hubieran podido hacer perfectos a los hombres, no habría sido necesario que apareciera otro sacerdote, ya no de la clase de Aarón sino de la clase de Melquisedec. 12Porque al cambiar el sacerdocio, también se tiene que cambiar la ley; 13y nuestro Señor, de quien la Escritura dice esto, pertenece a otra tribu de Israel, de la cual no ha salido ningún sacerdote. 14Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés no dijo nada de esa tribu cuando habló del sacerdocio.

15Y esto es aún más claro si el nuevo sacerdote que aparece es uno como Melquisedec, 16que no fue sacerdote según una ley que toma en cuenta elementos puramente humanos, sino según el poder de una vida indestructible. 17Porque esto es lo que Dios dice de él:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

18Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil, 19pues la ley de Moisés no perfeccionó nada, y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

Superioridad del sacerdocio de Jesús

20Y Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno, 21pero en el caso del Señor sí hubo un juramento, pues en la Escritura se le dice:

«El Señor hizo un juramento
y no va a desdecirse:
“Tú eres sacerdote para siempre.”»

22De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera. 23Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo; 24pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. 25Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos.

26Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. 27No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

Imperfección del culto antiguo

8Lo más importante de lo que estamos diciendo es que nuestro Sumo sacerdote es de tal naturaleza que se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios, 2y oficia como sacerdote en el verdadero santuario, el que fue hecho por el Señor y no por los hombres.

3Todo sumo sacerdote es nombrado para presentar ofrendas y sacrificios, y por eso es necesario que Jesucristo también tenga algo que ofrecer. 4Si él estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, pues aquí ya hay sacerdotes que presentan las ofrendas mandadas por la ley de Moisés. 5Pero estos sacerdotes prestan su servicio por medio de cosas que no son más que copias y sombras de lo que hay en el cielo. Y sabemos que son copias porque, cuando Moisés iba a construir el santuario, Dios le dijo: «Pon atención y hazlo todo según el modelo que te mostré en el monte.» 6Pero nuestro Sumo sacerdote, que ha recibido un ministerio sacerdotal mucho mejor, es mediador de una alianza mejor, basada en mejores promesas.

Imperfección de la primera alianza

7Si la primera alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesaria una segunda alianza. 8Pero Dios encontró imperfecta a aquella gente, y dijo:

«El Señor dice: Vendrán días
en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá.
9Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados,
cuando los tomé de la mano
para sacarlos de la tierra de Egipto;
y como ellos no cumplieron mi alianza,
yo los abandoné, dice el Señor.
10La alianza que haré con Israel
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
11Ya no será necesario que unos a otros,
compatriotas o parientes, tengan que instruirse
para que conozcan al Señor,
porque todos me conocerán,
desde el más pequeño hasta el más grande.
12Yo les perdonaré sus maldades
y no me acordaré más de sus pecados.»

13Cuando Dios habla de una nueva alianza es porque ha declarado vieja a la primera; y a lo que está viejo y anticuado, poco le falta para desaparecer.

Ineficacia de los sacrificios antiguos

9Ahora bien, la primera alianza tenía sus reglas para el culto, pero en un santuario terrenal. 2La tienda se levantó de tal forma que en su primera parte, llamada el Lugar santo, estaban el candelabro y la mesa con los panes consagrados a Dios. 3Detrás del segundo velo estaba el llamado Lugar santísimo; 4allí había un altar de oro para quemar el incienso, y el arca de la alianza cubierto de oro por todos lados. En el arca había una jarra de oro que contenía el maná, y también estaban el bastón de Aarón, que había retoñado, y las tablas de la alianza. 5Encima del arca estaban los seres alados que representaban la presencia de Dios, los cuales cubrían con sus alas la tapa del arca. Pero por ahora no es necesario dar más detalles sobre estas cosas.

6Preparadas así las cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte de la tienda para celebrar los oficios del culto. 7Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año; y cuando entra, tiene que llevar sangre de animales para ofrecerla por sí mismo y por los pecados que el pueblo comete sin darse cuenta. 8Con esto el Espíritu Santo nos da a entender que, mientras la primera parte de la tienda seguía existiendo, el camino al santuario todavía no estaba abierto. 9Todo esto es un símbolo para el tiempo presente; pues las ofrendas y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden hacer perfecta la conciencia de los que así lo adoran. 10Se trata únicamente de alimentos, bebidas y ciertas ceremonias de purificación, que son reglas externas y que tienen valor solamente hasta que Dios cambie las cosas.

Eficacia del sacrificio de Cristo

11Pero Cristo ya vino, y ahora él es el Sumo sacerdote de los bienes definitivos. El santuario donde él actúa como sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. 12Cristo ha entrado en el santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre; ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la liberación eterna. 13Es verdad que la sangre de los toros y chivos, y las cenizas de la becerra que se quema en el altar, las cuales son rociadas sobre los que están impuros, tienen poder para consagrarlos y purificarlos por fuera. 14Pero si esto es así, ¡cuánto más poder tendrá la sangre de Cristo! Pues por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que podamos servir al Dios viviente.

La nueva alianza

15Por eso, Jesucristo es mediador de una nueva alianza y un nuevo testamento, pues con su muerte libra a los hombres de los pecados cometidos bajo la primera alianza, y hace posible que los que Dios ha llamado reciban la herencia eterna que él les ha prometido. 16Para que un testamento entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo hizo. 17Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo hizo, sino sólo cuando ya ha muerto. 18Por eso, la primera alianza también se estableció con derramamiento de sangre. 19Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo; después tomó lana roja y una rama de hisopo, las mojó en la sangre de los becerros y los chivos mezclada con agua, y roció el libro de la ley y también a todo el pueblo. 20Entonces les dijo: «Ésta es la sangre que confirma la alianza que Dios ha ordenado para ustedes.» 21Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos que se usaban en el culto. 22Según la ley, casi todo tiene que ser purificado con sangre; y no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre. 23De manera que se necesitaban tales sacrificios para purificar aquellas cosas que son copias de lo celestial; pero las cosas celestiales necesitan mejores sacrificios que ésos.

El acceso a Dios

24Porque Cristo no entró en aquel santuario hecho por los hombres, que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el cielo mismo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor. 25Y no entró para ofrecerse en sacrificio muchas veces, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena. 26Si ése fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado. 27Y así como todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio, 28así también Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

Ineficacia de la ley antigua

10Porque la ley de Moisés era solamente una sombra de los bienes que habían de venir, y no su presencia verdadera. Por eso la ley nunca puede hacer perfectos a quienes cada año se acercan a Dios para ofrecerle los mismos sacrificios. 2Pues si la ley realmente pudiera purificarlos del pecado, ya no se sentirían culpables, y dejarían de ofrecer sacrificios. 3Pero estos sacrificios sirven más bien para hacerles recordar sus pecados cada año. 4Porque la sangre de los toros y de los chivos no puede quitar los pecados.

El sacrificio de Cristo

5Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo a Dios:

«No quieres sacrificio ni ofrendas,
sino que me has dado un cuerpo.
6No te agradan los holocaustos ni las ofrendas para quitar el pecado.
7Entonces dije: “Aquí estoy, tal como está escrito de mí en el libro,
para hacer tu voluntad, oh Dios.”»

8En primer lugar, dice que Dios no quiere ni le agradan sacrificios ni ofrendas de animales, ni holocaustos para quitar el pecado, a pesar de que son cosas que la ley manda ofrecer. 9Y después añade: «Aquí vengo para hacer tu voluntad.» Es decir, que quita aquellos sacrificios antiguos y pone en su lugar uno nuevo. 10Dios nos ha consagrado porque Jesucristo hizo la voluntad de Dios al ofrecer su propio cuerpo en sacrificio una sola vez y para siempre.

11Todo sacerdote judío oficia cada día y sigue ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, aunque éstos nunca pueden quitar los pecados. 12Pero Jesucristo ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre, y luego se sentó a la derecha de Dios. 13Allí está esperando hasta que Dios haga de sus enemigos el estrado de sus pies, 14porque por medio de una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que han sido consagrados a Dios. 15Y el Espíritu Santo nos lo confirma, al decir:

16«La alianza que haré con ellos
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente.
17Y no me acordaré más de sus pecados y maldades.»

18Así pues, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de más ofrendas por el pecado.

Exhortación a la fidelidad

19Hermanos, ahora podemos entrar con toda libertad en el santuario gracias a la sangre de Jesús, 20siguiendo el nuevo camino de vida que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su propio cuerpo. 21Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. 22Por eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura. 23Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. 24Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. 25No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.

26Porque si seguimos pecando intencionalmente después de haber conocido la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados; 27solamente nos queda la terrible amenaza del juicio y del fuego ardiente que destruirá a los enemigos de Dios. 28Cuando alguien desobedece la ley de Moisés, si hay dos o tres testigos que declaren contra él, se le condena a muerte sin compasión. 29Pues ¿no creen ustedes que mucho mayor castigo merecen los que pisotean al Hijo de Dios y desprecian su sangre, los que insultan al Espíritu del Dios que los ama? Esa sangre es la que confirma la alianza, y con ella han sido ellos consagrados. 30Sabemos que el Señor ha dicho: «A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré.» Y ha dicho también: «El Señor juzgará a su pueblo.» 31¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios viviente!

32Pero recuerden ustedes los tiempos pasados, cuando acababan ustedes de recibir la luz y soportaron con fortaleza los sufrimientos de una gran lucha. 33Algunos de ustedes fueron insultados y maltratados públicamente, y otros se unieron en el sufrimiento con los que fueron tratados así. 34Ustedes tuvieron compasión de los que estaban en la cárcel, y hasta con alegría se dejaron quitar lo que poseían, sabiendo que en el cielo tienen algo que es mucho mejor y que permanece para siempre. 35No pierdan, pues, su confianza, porque ella les traerá una gran recompensa. 36Ustedes necesitan tener fortaleza en el sufrimiento, para hacer la voluntad de Dios y recibir así lo que él ha prometido. 37Pues la Escritura dice:

«Pronto, muy pronto,
vendrá el que tiene que venir.
No tardará.
38Mi justo por la fe vivirá;
pero si se vuelve atrás,
no estaré contento de él.»

39Y nosotros no somos de los que se vuelven atrás y van a su condenación, sino de los que alcanzan la salvación porque tienen fe.

La fe de los antiguos

11Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. 2Nuestros antepasados fueron aprobados porque tuvieron fe.

3Por fe sabemos que Dios formó los mundos mediante su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no podían verse.

4Por fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el que ofreció Caín, y por eso Dios lo declaró justo y le aceptó sus ofrendas. Así que, aunque Abel está muerto, sigue hablando por medio de su fe.

5Por su fe, Henoc fue llevado en vida para que no muriera, y ya no lo encontraron, porque Dios se lo había llevado. Y la Escritura dice que, antes de ser llevado, Henoc había agradado a Dios. 6Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.

7Por fe, Noé, cuando Dios le advirtió que habían de pasar cosas que todavía no podían verse, obedeció y construyó la barca para salvar a su familia. Y por esa misma fe, Noé condenó a la gente del mundo y fue heredero de la justicia que se obtiene por la fe.

8Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que él le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba, 9y por la fe que tenía vivió como extranjero en la tierra que Dios le había prometido. Vivió en tiendas de campaña, lo mismo que Isaac y Jacob, que también recibieron esa promesa. 10Porque Abraham esperaba aquella ciudad que tiene bases firmes, de la cual Dios es arquitecto y constructor.

11Por fe también, aunque Sara no podía tener hijos y Abraham era demasiado viejo, éste recibió fuerzas para ser padre, porque creyó que Dios cumpliría sin falta su promesa. 12Así que Abraham, aunque ya próximo al fin de sus días, llegó a tener descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar, que no se puede contar.

13Todas esas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos, y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo. 14Y los que dicen tal cosa, claramente dan a entender que todavía andan en busca de una patria. 15Si hubieran estado pensando en la tierra de donde salieron, bien podrían haber regresado allá; 16pero ellos deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad.

17Por fe, Abraham, cuando Dios lo puso a prueba, tomó a Isaac para ofrecerlo en sacrificio. Estaba dispuesto a ofrecer a su único hijo, a pesar de que Dios le había prometido: 18«Por medio de Isaac tendrás descendientes.» 19Es que Abraham reconocía que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; y por eso Abraham recobró a su hijo, y así vino a ser un símbolo.

20Por fe, Isaac prometió bendiciones futuras a Jacob y a Esaú.

21Por fe, Jacob, cuando ya iba a morir, prometió bendiciones a cada uno de los hijos de José, y adoró a Dios apoyándose sobre la punta de su bastón.

22Por fe, José, al morir, dijo que los israelitas saldrían más tarde de la tierra de Egipto, y dejó órdenes acerca de lo que deberían hacer con sus restos.

23Por fe, al nacer Moisés, sus padres lo escondieron durante tres meses; porque vieron que era un niño hermoso, y no tuvieron miedo de la orden que el rey había dado de matar a los niños.

24Y por fe, Moisés, cuando ya fue hombre, no quiso llamarse hijo de la hija del faraón; 25prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, a gozar por un tiempo los placeres del pecado. 26Consideró de más valor sufrir la deshonra del Mesías que gozar de la riqueza de Egipto; porque tenía la vista puesta en la recompensa que Dios le había de dar.

27Por fe, Moisés se fue de la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. 28Por fe, Moisés celebró la Pascua y mandó rociar las puertas con sangre, para que el ángel de la muerte no tocara al hijo mayor de ningún israelita.

29Por fe, los israelitas pasaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca; luego, cuando los egipcios quisieron hacer lo mismo, se ahogaron.

30Por fe cayeron los muros de la ciudad de Jericó, después que los israelitas marcharon alrededor de ellos durante siete días. 31Y por fe, Rahab, la prostituta, no murió junto con los desobedientes, porque ella había recibido amistosamente a los espías de Israel.

32¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. 33Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los leones, 34apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos. 35Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida a sus familiares muertos.

Otros murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor. 36Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles. 37Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos sólo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados. 38Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas y las cavernas de la tierra.

39Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían; 40porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos perfectos.

Fortaleza en el sufrimiento

12Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. 2Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.

3Por lo tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores; por eso, no se cansen ni se desanimen. 4Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado, 5y han olvidado ya lo que Dios les aconseja como a hijos suyos. Dice en la Escritura:

«No desprecies, hijo mío,
la corrección del Señor,
ni te desanimes cuando te reprenda.
6Porque el Señor corrige a quien él ama,
y castiga a aquel a quien recibe como hijo.»

7Ustedes están sufriendo para su corrección: Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no corrija? 8Pero si Dios no los corrige a ustedes como corrige a todos sus hijos, entonces ustedes no son hijos legítimos. 9Además, cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y los respetábamos. ¿Por qué no hemos de someternos, con mayor razón, a nuestro Padre celestial, para obtener la vida? 10Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían durante esta corta vida, según lo que les parecía más conveniente; pero Dios nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos como él. 11Ciertamente, ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, el resultado es una vida de paz y rectitud.

12Así pues, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas, 13y busquen el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más.

Exhortación a la vigilancia

14Procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa; pues sin la santidad, nadie podrá ver al Señor. 15Procuren que a nadie le falte la gracia de Dios, a fin de que ninguno sea como una planta de raíz amarga que hace daño y envenena a la gente. 16Que ninguno de ustedes se entregue a la prostitución ni desprecie lo sagrado; pues esto hizo Esaú, que por una sola comida vendió sus derechos de hijo mayor. 17Y ustedes saben que después, cuando quiso recibir la bendición de su padre, fue rechazado; y aunque lloró mucho, ya no hubo remedio para lo sucedido.

18Ustedes no se acercaron, como los israelitas, a algo que se podía tocar y que ardía en llamas, donde había oscuridad, tinieblas y tempestad; 19ni oyeron el sonido de la trompeta ni la voz de Dios. Los que oyeron esa voz rogaron que no les siguiera hablando, 20porque no podían soportar el mandato que decía: «Al que ponga el pie en el monte, hay que matarlo a pedradas o con lanza, aunque sea un animal.» 21Tan espantoso era lo que se veía, que el mismo Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo.»

22Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte Sión, y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a muchos miles de ángeles reunidos para alabar a Dios, 23y a la comunidad de los primeros hijos de Dios inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los hombres buenos que Dios ha hecho perfectos, 24a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre con que hemos sido purificados, la cual nos habla mejor que la sangre de Abel.

25Por eso tengan cuidado de no rechazar al que nos habla. Pues los que rechazaron a Dios cuando él les llamó la atención aquí en la tierra, no escaparon. Y mucho menos podremos escapar nosotros, si le damos la espalda al que nos llama la atención desde el cielo. 26En aquel tiempo, la voz de Dios hizo temblar la tierra, pero ahora dice: «Una vez más haré temblar no sólo la tierra, sino también el cielo.» 27Al decir «una vez más», se entiende que se quitarán las cosas creadas, lo que puede ser movido, para que permanezca lo que no puede moverse. 28El reino que Dios nos da, no puede ser movido. Demos gracias por esto, y adoremos a Dios con la devoción y reverencia que le agradan. 29Porque nuestro Dios es como un fuego que todo lo consume.

Actitudes cristianas

13No dejen de amarse unos a otros como hermanos. 2No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.

3Acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados, ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo.

4Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.

5No amen el dinero; conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré.» 6Así que podemos decir con confianza:

«El Señor es mi ayuda; no temeré.
¿Qué me puede hacer el hombre?»

7Acuérdense de quienes los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe.

8Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. 9No se dejen ustedes llevar por enseñanzas diferentes y extrañas. Es mejor que nuestros corazones se fortalezcan en el amor de Dios que en seguir reglas sobre los alimentos; pues esas reglas nunca han sido de provecho.

10Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los sacerdotes del antiguo santuario. 11Pues el sumo sacerdote lleva la sangre de los animales al santuario, como ofrenda para quitar el pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. 12Así también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo por medio de su propia sangre. 13Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió. 14Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura. 15Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros labios! 16No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen; porque éstos son los sacrificios que agradan a Dios.

17Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, porque ellos cuidan sin descanso de ustedes, sabiendo que tienen que rendir cuentas a Dios. Procuren hacerles el trabajo agradable y no penoso, pues lo contrario no sería de ningún provecho para ustedes.

18Oren por nosotros, que estamos seguros de tener la conciencia tranquila, ya que queremos portarnos bien en todo. 19Pido especialmente sus oraciones para que Dios me permita volver a estar pronto con ustedes.

Bendición y despedida

20Que el Dios de paz, que resucitó de la muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre confirmó su alianza eterna, 21los haga a ustedes perfectos y buenos en todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera, por medio de Jesucristo. ¡Gloria para siempre a Cristo! Amén.

22Hermanos, les ruego que reciban con paciencia estas pocas palabras de aliento que les he escrito. 23Sepan ustedes que nuestro hermano Timoteo está ya en libertad; si llega pronto, lo llevaré conmigo cuando vaya a verlos.

24Saluden a todos sus dirigentes y a todos los del pueblo santo. Los de Italia les mandan saludos.

25Que Dios derrame su gracia sobre todos ustedes.

Saludo

1Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de Israel esparcidas por todo el mundo.

Fortaleza en las pruebas

2Hermanos míos, ustedes deben tenerse por muy dichosos cuando se vean sometidos a pruebas de toda clase. 3Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento. 4Pero procuren que esa fortaleza los lleve a la perfección, a la madurez plena, sin que les falte nada.

5Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. 6Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro. 7Quien es así, no crea que va a recibir nada del Señor, 8porque hoy piensa una cosa y mañana otra, y no es constante en su conducta.

9El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de ser enaltecido por Dios; 10y el rico de ser humillado. Porque el rico es como la flor de la hierba, que no permanece. 11Cuando el sol sale y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se cae y su belleza se pierde. Así también, el rico desaparecerá en medio de sus negocios.

12Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman. 13Cuando alguno se sienta tentado a hacer lo malo, no piense que es tentado por Dios, porque Dios ni siente la tentación de hacer lo malo, ni tienta a nadie para que lo haga. 14Al contrario, uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo atraen y lo seducen. 15De estos malos deseos nace el pecado; y del pecado, cuando llega a su completo desarrollo, nace la muerte.

16Queridos hermanos míos, no se engañen: 17todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos. 18Él, porque así lo quiso, nos dio vida mediante el mensaje de la verdad, para que seamos los primeros frutos de su creación.

Necesidad de poner en práctica el mensaje

19Recuerden esto, queridos hermanos: todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio deben ser lentos para hablar y para enojarse. 20Porque el hombre enojado no hace lo que es justo ante Dios. 21Así pues, despójense ustedes de toda impureza y de la maldad que tanto abunda, y acepten humildemente el mensaje que ha sido sembrado; pues ese mensaje tiene poder para salvarlos.

22Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos. 23El que solamente oye el mensaje, y no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: 24se ve a sí mismo, pero en cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. 25Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace.

26Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve de nada. 27La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo.

Advertencia contra la discriminación

2Ustedes, hermanos míos, que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra. 2-3Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: «Siéntate aquí, en un buen lugar», y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a éste le dicen: «Tú quédate allá de pie, o siéntate en el suelo»; 4entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención.

5Queridos hermanos míos, oigan esto: Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres, para que sean ricos en fe y para que reciban como herencia el reino que él ha prometido a los que lo aman; 6ustedes, en cambio, los humillan. ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes a rastras los llevan ante las autoridades? 7¿No son ellos quienes hablan mal del precioso nombre que fue invocado sobre ustedes?

8Ustedes hacen bien si de veras cumplen la ley suprema, tal como dice la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» 9Pero si hacen discriminaciones entre una persona y otra, cometen pecado y son culpables ante la ley de Dios. 10Porque si una persona obedece toda la ley, pero falla en un solo mandato, resulta culpable frente a todos los mandatos de la ley. 11Pues el mismo Dios que dijo: «No cometas adulterio», dijo también: «No mates.» Así que, si uno no comete adulterio, pero mata, ya ha violado la ley. 12Ustedes deben hablar y portarse como quienes van a ser juzgados por la ley que nos trae libertad. 13Pues los que no han tenido compasión de otros, sin compasión serán también juzgados, pero los que han tenido compasión saldrán victoriosos en la hora del juicio.

La fe se muestra con los hechos

14Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? 15Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día; 16si uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran», pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve? 17Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta.

18Uno podrá decir: «Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos.» 19Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. 20No seas tonto, y reconoce que si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil. 21Dios aceptó como justo a Abraham, nuestro antepasado, por lo que él hizo cuando ofreció en sacrificio a su hijo Isaac. 22Y puedes ver que, en el caso de Abraham, su fe se demostró con hechos, y que por sus hechos llegó a ser perfecta su fe. 23Así se cumplió la Escritura que dice: «Abraham creyó a Dios, y por eso Dios lo aceptó como justo.» Y Abraham fue llamado amigo de Dios.

24Ya ven ustedes, pues, que Dios declara justo al hombre también por sus hechos, y no solamente por su fe. 25Lo mismo pasó con Rahab, la prostituta; Dios la aceptó como justa por sus hechos, porque dio alojamiento a los mensajeros y los ayudó a salir por otro camino. 26En resumen: así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos.

La lengua

3Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad. 2Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo. 3Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. 4Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. 5Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! 6Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. 7El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; 8pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. 9Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. 10De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. 12Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.

La verdadera sabiduría

13Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da. 14Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad. 15Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo. 16Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad; 17pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. 18Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.

La amistad con el mundo

4¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior. 2Ustedes quieren algo, y no lo obtienen; matan, sienten envidia de alguna cosa, y como no la pueden conseguir, luchan y se hacen la guerra. No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios; 3y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres. 4¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. 5Por algo dice la Escritura: «Dios ama celosamente el espíritu que ha puesto dentro de nosotros.» 6Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: «Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes.» 7Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y éste huirá de ustedes. 8Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez! 9¡Aflíjanse, lloren y laméntense! ¡Que su risa se cambie en lágrimas y su alegría en tristeza! 10Humíllense delante del Señor, y él los enaltecerá.

11Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de obedecerla. 12Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?

No hacer planes con orgullo

13Ahora oigan esto, ustedes, los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y allí pasaremos un año haciendo negocios y ganando dinero», 14¡y ni siquiera saben lo que mañana será de su vida! Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece. 15Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» 16En cambio, ustedes insisten en hablar orgullosamente; y todo orgullo de esa clase es malo. 17El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

Advertencias a los ricos

5¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir! 2Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla. 3Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirá como fuego. Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos. 4El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores. 5Aquí en la tierra se han dado ustedes una vida de lujo y placeres, engordando como ganado, ¡y ya llega el día de la matanza! 6Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia.

Esperar con paciencia

7Pero ustedes, hermanos, tengan paciencia hasta que el Señor venga. El campesino que espera recoger la preciosa cosecha, tiene que aguardar con paciencia las temporadas de lluvia. 8Ustedes también tengan paciencia y manténganse firmes, porque muy pronto volverá el Señor.

9Hermanos, no se quejen unos de otros, para que no sean juzgados; pues el Juez está ya a la puerta. 10Hermanos míos, tomen como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11Pues nosotros consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento. Ustedes han oído cómo soportó Job sus sufrimientos, y saben de qué modo lo trató al fin el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.

12Sobre todo, hermanos míos, no juren: ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Cuando digan «sí», que sea sí; y cuando digan «no», que sea no, para que Dios no los condene.

La oración

13Si alguno de ustedes está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas. 14Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor lo unjan con aceite. 15Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. 16Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración fervorosa del justo tiene mucho poder. 17El profeta Elías era un hombre como nosotros, y cuando oró con fervor pidiendo que no lloviera, dejó de llover sobre la tierra durante tres años y medio. 18Después, cuando oró otra vez, volvió a llover, y la tierra dio su cosecha.

La conversión del pecador

19Hermanos míos, si alguno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, 20sepan ustedes que cualquiera que hace volver al pecador de su mal camino, lo salva de la muerte y hace que muchos pecados sean perdonados.

Listen to Philemon - James 5, Philemon - Hebrews 3
Close KJV

1Paul, a prisoner of Jesus Christ, and Timothy our brother, unto Philemon our dearly beloved, and fellowlabourer,

2And to our beloved Apphia, and Archippus our fellowsoldier, and to the church in thy house:

3Grace to you, and peace, from God our Father and the Lord Jesus Christ.

4I thank my God, making mention of thee always in my prayers,

5Hearing of thy love and faith, which thou hast toward the Lord Jesus, and toward all saints;

6That the communication of thy faith may become effectual by the acknowledging of every good thing which is in you in Christ Jesus.

7For we have great joy and consolation in thy love, because the bowels of the saints are refreshed by thee, brother.

8Wherefore, though I might be much bold in Christ to enjoin thee that which is convenient,

9Yet for love's sake I rather beseech thee, being such an one as Paul the aged, and now also a prisoner of Jesus Christ.

10I beseech thee for my son Onesimus, whom I have begotten in my bonds:

11Which in time past was to thee unprofitable, but now profitable to thee and to me:

12Whom I have sent again: thou therefore receive him, that is, mine own bowels:

13Whom I would have retained with me, that in thy stead he might have ministered unto me in the bonds of the gospel:

14But without thy mind would I do nothing; that thy benefit should not be as it were of necessity, but willingly.

15For perhaps he therefore departed for a season, that thou shouldest receive him for ever;

16Not now as a servant, but above a servant, a brother beloved, specially to me, but how much more unto thee, both in the flesh, and in the Lord?

17If thou count me therefore a partner, receive him as myself.

18If he hath wronged thee, or oweth thee ought, put that on mine account;

19I Paul have written it with mine own hand, I will repay it: albeit I do not say to thee how thou owest unto me even thine own self besides.

20Yea, brother, let me have joy of thee in the Lord: refresh my bowels in the Lord.

21Having confidence in thy obedience I wrote unto thee, knowing that thou wilt also do more than I say.

22But withal prepare me also a lodging: for I trust that through your prayers I shall be given unto you.

23There salute thee Epaphras, my fellowprisoner in Christ Jesus;

24Marcus, Aristarchus, Demas, Lucas, my fellowlabourers.

25The grace of our Lord Jesus Christ be with your spirit. Amen.

1God, who at sundry times and in divers manners spake in time past unto the fathers by the prophets,

2Hath in these last days spoken unto us by his Son, whom he hath appointed heir of all things, by whom also he made the worlds;

3Who being the brightness of his glory, and the express image of his person, and upholding all things by the word of his power, when he had by himself purged our sins, sat down on the right hand of the Majesty on high:

4Being made so much better than the angels, as he hath by inheritance obtained a more excellent name than they.

5For unto which of the angels said he at any time, Thou art my Son, this day have I begotten thee? And again, I will be to him a Father, and he shall be to me a Son?

6And again, when he bringeth in the firstbegotten into the world, he saith, And let all the angels of God worship him.

7And of the angels he saith, Who maketh his angels spirits, and his ministers a flame of fire.

8But unto the Son he saith, Thy throne, O God, is for ever and ever: a sceptre of righteousness is the sceptre of thy kingdom.

9Thou hast loved righteousness, and hated iniquity; therefore God, even thy God, hath anointed thee with the oil of gladness above thy fellows.

10And, Thou, Lord, in the beginning hast laid the foundation of the earth; and the heavens are the works of thine hands:

11They shall perish; but thou remainest; and they all shall wax old as doth a garment;

12And as a vesture shalt thou fold them up, and they shall be changed: but thou art the same, and thy years shall not fail.

13But to which of the angels said he at any time, Sit on my right hand, until I make thine enemies thy footstool?

14Are they not all ministering spirits, sent forth to minister for them who shall be heirs of salvation?

2Therefore we ought to give the more earnest heed to the things which we have heard, lest at any time we should let them slip.

2For if the word spoken by angels was stedfast, and every transgression and disobedience received a just recompence of reward;

3How shall we escape, if we neglect so great salvation; which at the first began to be spoken by the Lord, and was confirmed unto us by them that heard him;

4God also bearing them witness, both with signs and wonders, and with divers miracles, and gifts of the Holy Ghost, according to his own will?

5For unto the angels hath he not put in subjection the world to come, whereof we speak.

6But one in a certain place testified, saying, What is man, that thou art mindful of him? or the son of man that thou visitest him?

7Thou madest him a little lower than the angels; thou crownedst him with glory and honour, and didst set him over the works of thy hands:

8Thou hast put all things in subjection under his feet. For in that he put all in subjection under him, he left nothing that is not put under him. But now we see not yet all things put under him.

9But we see Jesus, who was made a little lower than the angels for the suffering of death, crowned with glory and honour; that he by the grace of God should taste death for every man.

10For it became him, for whom are all things, and by whom are all things, in bringing many sons unto glory, to make the captain of their salvation perfect through sufferings.

11For both he that sanctifieth and they who are sanctified are all of one: for which cause he is not ashamed to call them brethren,

12Saying, I will declare thy name unto my brethren, in the midst of the church will I sing praise unto thee.

13And again, I will put my trust in him. And again, Behold I and the children which God hath given me.

14Forasmuch then as the children are partakers of flesh and blood, he also himself likewise took part of the same; that through death he might destroy him that had the power of death, that is, the devil;

15And deliver them who through fear of death were all their lifetime subject to bondage.

16For verily he took not on him the nature of angels; but he took on him the seed of Abraham.

17Wherefore in all things it behoved him to be made like unto his brethren, that he might be a merciful and faithful high priest in things pertaining to God, to make reconciliation for the sins of the people.

18For in that he himself hath suffered being tempted, he is able to succour them that are tempted.

3Wherefore, holy brethren, partakers of the heavenly calling, consider the Apostle and High Priest of our profession, Christ Jesus;

2Who was faithful to him that appointed him, as also Moses was faithful in all his house.

3For this man was counted worthy of more glory than Moses, inasmuch as he who hath builded the house hath more honour than the house.

4For every house is builded by some man; but he that built all things is God.

5And Moses verily was faithful in all his house, as a servant, for a testimony of those things which were to be spoken after;

6But Christ as a son over his own house; whose house are we, if we hold fast the confidence and the rejoicing of the hope firm unto the end.

7Wherefore (as the Holy Ghost saith, To day if ye will hear his voice,

8Harden not your hearts, as in the provocation, in the day of temptation in the wilderness:

9When your fathers tempted me, proved me, and saw my works forty years.

10Wherefore I was grieved with that generation, and said, They do alway err in their heart; and they have not known my ways.

11So I sware in my wrath, They shall not enter into my rest.)

12Take heed, brethren, lest there be in any of you an evil heart of unbelief, in departing from the living God.

13But exhort one another daily, while it is called To day; lest any of you be hardened through the deceitfulness of sin.

14For we are made partakers of Christ, if we hold the beginning of our confidence stedfast unto the end;

15While it is said, To day if ye will hear his voice, harden not your hearts, as in the provocation.

16For some, when they had heard, did provoke: howbeit not all that came out of Egypt by Moses.

17But with whom was he grieved forty years? was it not with them that had sinned, whose carcases fell in the wilderness?

18And to whom sware he that they should not enter into his rest, but to them that believed not?

19So we see that they could not enter in because of unbelief.

4Let us therefore fear, lest, a promise being left us of entering into his rest, any of you should seem to come short of it.

2For unto us was the gospel preached, as well as unto them: but the word preached did not profit them, not being mixed with faith in them that heard it.

3For we which have believed do enter into rest, as he said, As I have sworn in my wrath, if they shall enter into my rest: although the works were finished from the foundation of the world.

4For he spake in a certain place of the seventh day on this wise, And God did rest the seventh day from all his works.

5And in this place again, If they shall enter into my rest.

6Seeing therefore it remaineth that some must enter therein, and they to whom it was first preached entered not in because of unbelief:

7Again, he limiteth a certain day, saying in David, To day, after so long a time; as it is said, To day if ye will hear his voice, harden not your hearts.

8For if Jesus had given them rest, then would he not afterward have spoken of another day.

9There remaineth therefore a rest to the people of God.

10For he that is entered into his rest, he also hath ceased from his own works, as God did from his.

11Let us labour therefore to enter into that rest, lest any man fall after the same example of unbelief.

12For the word of God is quick, and powerful, and sharper than any twoedged sword, piercing even to the dividing asunder of soul and spirit, and of the joints and marrow, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart.

13Neither is there any creature that is not manifest in his sight: but all things are naked and opened unto the eyes of him with whom we have to do.

14Seeing then that we have a great high priest, that is passed into the heavens, Jesus the Son of God, let us hold fast our profession.

15For we have not an high priest which cannot be touched with the feeling of our infirmities; but was in all points tempted like as we are, yet without sin.

16Let us therefore come boldly unto the throne of grace, that we may obtain mercy, and find grace to help in time of need.

5For every high priest taken from among men is ordained for men in things pertaining to God, that he may offer both gifts and sacrifices for sins:

2Who can have compassion on the ignorant, and on them that are out of the way; for that he himself also is compassed with infirmity.

3And by reason hereof he ought, as for the people, so also for himself, to offer for sins.

4And no man taketh this honour unto himself, but he that is called of God, as was Aaron.

5So also Christ glorified not himself to be made an high priest; but he that said unto him, Thou art my Son, to day have I begotten thee.

6As he saith also in another place, Thou art a priest for ever after the order of Melchisedec.

7Who in the days of his flesh, when he had offered up prayers and supplications with strong crying and tears unto him that was able to save him from death, and was heard in that he feared;

8Though he were a Son, yet learned he obedience by the things which he suffered;

9And being made perfect, he became the author of eternal salvation unto all them that obey him;

10Called of God an high priest after the order of Melchisedec.

11Of whom we have many things to say, and hard to be uttered, seeing ye are dull of hearing.

12For when for the time ye ought to be teachers, ye have need that one teach you again which be the first principles of the oracles of God; and are become such as have need of milk, and not of strong meat.

13For every one that useth milk is unskilful in the word of righteousness: for he is a babe.

14But strong meat belongeth to them that are of full age, even those who by reason of use have their senses exercised to discern both good and evil.

6Therefore leaving the principles of the doctrine of Christ, let us go on unto perfection; not laying again the foundation of repentance from dead works, and of faith toward God,

2Of the doctrine of baptisms, and of laying on of hands, and of resurrection of the dead, and of eternal judgment.

3And this will we do, if God permit.

4For it is impossible for those who were once enlightened, and have tasted of the heavenly gift, and were made partakers of the Holy Ghost,

5And have tasted the good word of God, and the powers of the world to come,

6If they shall fall away, to renew them again unto repentance; seeing they crucify to themselves the Son of God afresh, and put him to an open shame.

7For the earth which drinketh in the rain that cometh oft upon it, and bringeth forth herbs meet for them by whom it is dressed, receiveth blessing from God:

8But that which beareth thorns and briers is rejected, and is nigh unto cursing; whose end is to be burned.

9But, beloved, we are persuaded better things of you, and things that accompany salvation, though we thus speak.

10For God is not unrighteous to forget your work and labour of love, which ye have shewed toward his name, in that ye have ministered to the saints, and do minister.

11And we desire that every one of you do shew the same diligence to the full assurance of hope unto the end:

12That ye be not slothful, but followers of them who through faith and patience inherit the promises.

13For when God made promise to Abraham, because he could swear by no greater, he sware by himself,

14Saying, Surely blessing I will bless thee, and multiplying I will multiply thee.

15And so, after he had patiently endured, he obtained the promise.

16For men verily swear by the greater: and an oath for confirmation is to them an end of all strife.

17Wherein God, willing more abundantly to shew unto the heirs of promise the immutability of his counsel, confirmed it by an oath:

18That by two immutable things, in which it was impossible for God to lie, we might have a strong consolation, who have fled for refuge to lay hold upon the hope set before us:

19Which hope we have as an anchor of the soul, both sure and stedfast, and which entereth into that within the veil;

20Whither the forerunner is for us entered, even Jesus, made an high priest for ever after the order of Melchisedec.

7For this Melchisedec, king of Salem, priest of the most high God, who met Abraham returning from the slaughter of the kings, and blessed him;

2To whom also Abraham gave a tenth part of all; first being by interpretation King of righteousness, and after that also King of Salem, which is, King of peace;

3Without father, without mother, without descent, having neither beginning of days, nor end of life; but made like unto the Son of God; abideth a priest continually.

4Now consider how great this man was, unto whom even the patriarch Abraham gave the tenth of the spoils.

5And verily they that are of the sons of Levi, who receive the office of the priesthood, have a commandment to take tithes of the people according to the law, that is, of their brethren, though they come out of the loins of Abraham:

6But he whose descent is not counted from them received tithes of Abraham, and blessed him that had the promises.

7And without all contradiction the less is blessed of the better.

8And here men that die receive tithes; but there he receiveth them, of whom it is witnessed that he liveth.

9And as I may so say, Levi also, who receiveth tithes, payed tithes in Abraham.

10For he was yet in the loins of his father, when Melchisedec met him.

11If therefore perfection were by the Levitical priesthood, (for under it the people received the law,) what further need was there that another priest should rise after the order of Melchisedec, and not be called after the order of Aaron?

12For the priesthood being changed, there is made of necessity a change also of the law.

13For he of whom these things are spoken pertaineth to another tribe, of which no man gave attendance at the altar.

14For it is evident that our Lord sprang out of Juda; of which tribe Moses spake nothing concerning priesthood.

15And it is yet far more evident: for that after the similitude of Melchisedec there ariseth another priest,

16Who is made, not after the law of a carnal commandment, but after the power of an endless life.

17For he testifieth, Thou art a priest for ever after the order of Melchisedec.

18For there is verily a disannulling of the commandment going before for the weakness and unprofitableness thereof.

19For the law made nothing perfect, but the bringing in of a better hope did; by the which we draw nigh unto God.

20And inasmuch as not without an oath he was made priest:

21(For those priests were made without an oath; but this with an oath by him that said unto him, The Lord sware and will not repent, Thou art a priest for ever after the order of Melchisedec:)

22By so much was Jesus made a surety of a better testament.

23And they truly were many priests, because they were not suffered to continue by reason of death:

24But this man, because he continueth ever, hath an unchangeable priesthood.

25Wherefore he is able also to save them to the uttermost that come unto God by him, seeing he ever liveth to make intercession for them.

26For such an high priest became us, who is holy, harmless, undefiled, separate from sinners, and made higher than the heavens;

27Who needeth not daily, as those high priests, to offer up sacrifice, first for his own sins, and then for the people's: for this he did once, when he offered up himself.

28For the law maketh men high priests which have infirmity; but the word of the oath, which was since the law, maketh the Son, who is consecrated for evermore.

8Now of the things which we have spoken this is the sum: We have such an high priest, who is set on the right hand of the throne of the Majesty in the heavens;

2A minister of the sanctuary, and of the true tabernacle, which the Lord pitched, and not man.

3For every high priest is ordained to offer gifts and sacrifices: wherefore it is of necessity that this man have somewhat also to offer.

4For if he were on earth, he should not be a priest, seeing that there are priests that offer gifts according to the law:

5Who serve unto the example and shadow of heavenly things, as Moses was admonished of God when he was about to make the tabernacle: for, See, saith he, that thou make all things according to the pattern shewed to thee in the mount.

6But now hath he obtained a more excellent ministry, by how much also he is the mediator of a better covenant, which was established upon better promises.

7For if that first covenant had been faultless, then should no place have been sought for the second.

8For finding fault with them, he saith, Behold, the days come, saith the Lord, when I will make a new covenant with the house of Israel and with the house of Judah:

9Not according to the covenant that I made with their fathers in the day when I took them by the hand to lead them out of the land of Egypt; because they continued not in my covenant, and I regarded them not, saith the Lord.

10For this is the covenant that I will make with the house of Israel after those days, saith the Lord; I will put my laws into their mind, and write them in their hearts: and I will be to them a God, and they shall be to me a people:

11And they shall not teach every man his neighbour, and every man his brother, saying, Know the Lord: for all shall know me, from the least to the greatest.

12For I will be merciful to their unrighteousness, and their sins and their iniquities will I remember no more.

13In that he saith, A new covenant, he hath made the first old. Now that which decayeth and waxeth old is ready to vanish away.

9Then verily the first covenant had also ordinances of divine service, and a worldly sanctuary.

2For there was a tabernacle made; the first, wherein was the candlestick, and the table, and the shewbread; which is called the sanctuary.

3And after the second veil, the tabernacle which is called the Holiest of all;

4Which had the golden censer, and the ark of the covenant overlaid round about with gold, wherein was the golden pot that had manna, and Aaron's rod that budded, and the tables of the covenant;

5And over it the cherubims of glory shadowing the mercyseat; of which we cannot now speak particularly.

6Now when these things were thus ordained, the priests went always into the first tabernacle, accomplishing the service of God.

7But into the second went the high priest alone once every year, not without blood, which he offered for himself, and for the errors of the people:

8The Holy Ghost this signifying, that the way into the holiest of all was not yet made manifest, while as the first tabernacle was yet standing:

9Which was a figure for the time then present, in which were offered both gifts and sacrifices, that could not make him that did the service perfect, as pertaining to the conscience;

10Which stood only in meats and drinks, and divers washings, and carnal ordinances, imposed on them until the time of reformation.

11But Christ being come an high priest of good things to come, by a greater and more perfect tabernacle, not made with hands, that is to say, not of this building;

12Neither by the blood of goats and calves, but by his own blood he entered in once into the holy place, having obtained eternal redemption for us.

13For if the blood of bulls and of goats, and the ashes of an heifer sprinkling the unclean, sanctifieth to the purifying of the flesh:

14How much more shall the blood of Christ, who through the eternal Spirit offered himself without spot to God, purge your conscience from dead works to serve the living God?

15And for this cause he is the mediator of the new testament, that by means of death, for the redemption of the transgressions that were under the first testament, they which are called might receive the promise of eternal inheritance.

16For where a testament is, there must also of necessity be the death of the testator.

17For a testament is of force after men are dead: otherwise it is of no strength at all while the testator liveth.

18Whereupon neither the first testament was dedicated without blood.

19For when Moses had spoken every precept to all the people according to the law, he took the blood of calves and of goats, with water, and scarlet wool, and hyssop, and sprinkled both the book, and all the people,

20Saying, This is the blood of the testament which God hath enjoined unto you.

21Moreover he sprinkled with blood both the tabernacle, and all the vessels of the ministry.

22And almost all things are by the law purged with blood; and without shedding of blood is no remission.

23It was therefore necessary that the patterns of things in the heavens should be purified with these; but the heavenly things themselves with better sacrifices than these.

24For Christ is not entered into the holy places made with hands, which are the figures of the true; but into heaven itself, now to appear in the presence of God for us:

25Nor yet that he should offer himself often, as the high priest entereth into the holy place every year with blood of others;

26For then must he often have suffered since the foundation of the world: but now once in the end of the world hath he appeared to put away sin by the sacrifice of himself.

27And as it is appointed unto men once to die, but after this the judgment:

28So Christ was once offered to bear the sins of many; and unto them that look for him shall he appear the second time without sin unto salvation.

10For the law having a shadow of good things to come, and not the very image of the things, can never with those sacrifices which they offered year by year continually make the comers thereunto perfect.

2For then would they not have ceased to be offered? because that the worshippers once purged should have had no more conscience of sins.

3But in those sacrifices there is a remembrance again made of sins every year.

4For it is not possible that the blood of bulls and of goats should take away sins.

5Wherefore when he cometh into the world, he saith, Sacrifice and offering thou wouldest not, but a body hast thou prepared me:

6In burnt offerings and sacrifices for sin thou hast had no pleasure.

7Then said I, Lo, I come (in the volume of the book it is written of me,) to do thy will, O God.

8Above when he said, Sacrifice and offering and burnt offerings and offering for sin thou wouldest not, neither hadst pleasure therein; which are offered by the law;

9Then said he, Lo, I come to do thy will, O God. He taketh away the first, that he may establish the second.

10By the which will we are sanctified through the offering of the body of Jesus Christ once for all.

11And every priest standeth daily ministering and offering oftentimes the same sacrifices, which can never take away sins:

12But this man, after he had offered one sacrifice for sins for ever, sat down on the right hand of God;

13From henceforth expecting till his enemies be made his footstool.

14For by one offering he hath perfected for ever them that are sanctified.

15Whereof the Holy Ghost also is a witness to us: for after that he had said before,

16This is the covenant that I will make with them after those days, saith the Lord, I will put my laws into their hearts, and in their minds will I write them;

17And their sins and iniquities will I remember no more.

18Now where remission of these is, there is no more offering for sin.

19Having therefore, brethren, boldness to enter into the holiest by the blood of Jesus,

20By a new and living way, which he hath consecrated for us, through the veil, that is to say, his flesh;

21And having an high priest over the house of God;

22Let us draw near with a true heart in full assurance of faith, having our hearts sprinkled from an evil conscience, and our bodies washed with pure water.

23Let us hold fast the profession of our faith without wavering; (for he is faithful that promised;)

24And let us consider one another to provoke unto love and to good works:

25Not forsaking the assembling of ourselves together, as the manner of some is; but exhorting one another: and so much the more, as ye see the day approaching.

26For if we sin wilfully after that we have received the knowledge of the truth, there remaineth no more sacrifice for sins,

27But a certain fearful looking for of judgment and fiery indignation, which shall devour the adversaries.

28He that despised Moses' law died without mercy under two or three witnesses:

29Of how much sorer punishment, suppose ye, shall he be thought worthy, who hath trodden under foot the Son of God, and hath counted the blood of the covenant, wherewith he was sanctified, an unholy thing, and hath done despite unto the Spirit of grace?

30For we know him that hath said, Vengeance belongeth unto me, I will recompense, saith the Lord. And again, The Lord shall judge his people.

31It is a fearful thing to fall into the hands of the living God.

32But call to remembrance the former days, in which, after ye were illuminated, ye endured a great fight of afflictions;

33Partly, whilst ye were made a gazingstock both by reproaches and afflictions; and partly, whilst ye became companions of them that were so used.

34For ye had compassion of me in my bonds, and took joyfully the spoiling of your goods, knowing in yourselves that ye have in heaven a better and an enduring substance.

35Cast not away therefore your confidence, which hath great recompence of reward.

36For ye have need of patience, that, after ye have done the will of God, ye might receive the promise.

37For yet a little while, and he that shall come will come, and will not tarry.

38Now the just shall live by faith: but if any man draw back, my soul shall have no pleasure in him.

39But we are not of them who draw back unto perdition; but of them that believe to the saving of the soul.

11Now faith is the substance of things hoped for, the evidence of things not seen.

2For by it the elders obtained a good report.

3Through faith we understand that the worlds were framed by the word of God, so that things which are seen were not made of things which do appear.

4By faith Abel offered unto God a more excellent sacrifice than Cain, by which he obtained witness that he was righteous, God testifying of his gifts: and by it he being dead yet speaketh.

5By faith Enoch was translated that he should not see death; and was not found, because God had translated him: for before his translation he had this testimony, that he pleased God.

6But without faith it is impossible to please him: for he that cometh to God must believe that he is, and that he is a rewarder of them that diligently seek him.

7By faith Noah, being warned of God of things not seen as yet, moved with fear, prepared an ark to the saving of his house; by the which he condemned the world, and became heir of the righteousness which is by faith.

8By faith Abraham, when he was called to go out into a place which he should after receive for an inheritance, obeyed; and he went out, not knowing whither he went.

9By faith he sojourned in the land of promise, as in a strange country, dwelling in tabernacles with Isaac and Jacob, the heirs with him of the same promise:

10For he looked for a city which hath foundations, whose builder and maker is God.

11Through faith also Sara herself received strength to conceive seed, and was delivered of a child when she was past age, because she judged him faithful who had promised.

12Therefore sprang there even of one, and him as good as dead, so many as the stars of the sky in multitude, and as the sand which is by the sea shore innumerable.

13These all died in faith, not having received the promises, but having seen them afar off, and were persuaded of them, and embraced them, and confessed that they were strangers and pilgrims on the earth.

14For they that say such things declare plainly that they seek a country.

15And truly, if they had been mindful of that country from whence they came out, they might have had opportunity to have returned.

16But now they desire a better country, that is, an heavenly: wherefore God is not ashamed to be called their God: for he hath prepared for them a city.

17By faith Abraham, when he was tried, offered up Isaac: and he that had received the promises offered up his only begotten son,

18Of whom it was said, That in Isaac shall thy seed be called:

19Accounting that God was able to raise him up, even from the dead; from whence also he received him in a figure.

20By faith Isaac blessed Jacob and Esau concerning things to come.

21By faith Jacob, when he was a dying, blessed both the sons of Joseph; and worshipped, leaning upon the top of his staff.

22By faith Joseph, when he died, made mention of the departing of the children of Israel; and gave commandment concerning his bones.

23By faith Moses, when he was born, was hid three months of his parents, because they saw he was a proper child; and they were not afraid of the king's commandment.

24By faith Moses, when he was come to years, refused to be called the son of Pharaoh's daughter;

25Choosing rather to suffer affliction with the people of God, than to enjoy the pleasures of sin for a season;

26Esteeming the reproach of Christ greater riches than the treasures in Egypt: for he had respect unto the recompence of the reward.

27By faith he forsook Egypt, not fearing the wrath of the king: for he endured, as seeing him who is invisible.

28Through faith he kept the passover, and the sprinkling of blood, lest he that destroyed the firstborn should touch them.

29By faith they passed through the Red sea as by dry land: which the Egyptians assaying to do were drowned.

30By faith the walls of Jericho fell down, after they were compassed about seven days.

31By faith the harlot Rahab perished not with them that believed not, when she had received the spies with peace.

32And what shall I more say? for the time would fail me to tell of Gedeon, and of Barak, and of Samson, and of Jephthae; of David also, and Samuel, and of the prophets:

33Who through faith subdued kingdoms, wrought righteousness, obtained promises, stopped the mouths of lions.

34Quenched the violence of fire, escaped the edge of the sword, out of weakness were made strong, waxed valiant in fight, turned to flight the armies of the aliens.

35Women received their dead raised to life again: and others were tortured, not accepting deliverance; that they might obtain a better resurrection:

36And others had trial of cruel mockings and scourgings, yea, moreover of bonds and imprisonment:

37They were stoned, they were sawn asunder, were tempted, were slain with the sword: they wandered about in sheepskins and goatskins; being destitute, afflicted, tormented;

38(Of whom the world was not worthy:) they wandered in deserts, and in mountains, and in dens and caves of the earth.

39And these all, having obtained a good report through faith, received not the promise:

40God having provided some better thing for us, that they without us should not be made perfect.

12Wherefore seeing we also are compassed about with so great a cloud of witnesses, let us lay aside every weight, and the sin which doth so easily beset us, and let us run with patience the race that is set before us,

2Looking unto Jesus the author and finisher of our faith; who for the joy that was set before him endured the cross, despising the shame, and is set down at the right hand of the throne of God.

3For consider him that endured such contradiction of sinners against himself, lest ye be wearied and faint in your minds.

4Ye have not yet resisted unto blood, striving against sin.

5And ye have forgotten the exhortation which speaketh unto you as unto children, My son, despise not thou the chastening of the Lord, nor faint when thou art rebuked of him:

6For whom the Lord loveth he chasteneth, and scourgeth every son whom he receiveth.

7If ye endure chastening, God dealeth with you as with sons; for what son is he whom the father chasteneth not?

8But if ye be without chastisem*nt, whereof all are partakers, then are ye bastards, and not sons.

9Furthermore we have had fathers of our flesh which corrected us, and we gave them reverence: shall we not much rather be in subjection unto the Father of spirits, and live?

10For they verily for a few days chastened us after their own pleasure; but he for our profit, that we might be partakers of his holiness.

11Now no chastening for the present seemeth to be joyous, but grievous: nevertheless afterward it yieldeth the peaceable fruit of righteousness unto them which are exercised thereby.

12Wherefore lift up the hands which hang down, and the feeble knees;

13And make straight paths for your feet, lest that which is lame be turned out of the way; but let it rather be healed.

14Follow peace with all men, and holiness, without which no man shall see the Lord:

15Looking diligently lest any man fail of the grace of God; lest any root of bitterness springing up trouble you, and thereby many be defiled;

16Lest there be any fornicator, or profane person, as Esau, who for one morsel of meat sold his birthright.

17For ye know how that afterward, when he would have inherited the blessing, he was rejected: for he found no place of repentance, though he sought it carefully with tears.

18For ye are not come unto the mount that might be touched, and that burned with fire, nor unto blackness, and darkness, and tempest,

19And the sound of a trumpet, and the voice of words; which voice they that heard intreated that the word should not be spoken to them any more:

20(For they could not endure that which was commanded, And if so much as a beast touch the mountain, it shall be stoned, or thrust through with a dart:

21And so terrible was the sight, that Moses said, I exceedingly fear and quake:)

22But ye are come unto mount Sion, and unto the city of the living God, the heavenly Jerusalem, and to an innumerable company of angels,

23To the general assembly and church of the firstborn, which are written in heaven, and to God the Judge of all, and to the spirits of just men made perfect,

24And to Jesus the mediator of the new covenant, and to the blood of sprinkling, that speaketh better things than that of Abel.

25See that ye refuse not him that speaketh. For if they escaped not who refused him that spake on earth, much more shall not we escape, if we turn away from him that speaketh from heaven:

26Whose voice then shook the earth: but now he hath promised, saying, Yet once more I shake not the earth only, but also heaven.

27And this word, Yet once more, signifieth the removing of those things that are shaken, as of things that are made, that those things which cannot be shaken may remain.

28Wherefore we receiving a kingdom which cannot be moved, let us have grace, whereby we may serve God acceptably with reverence and godly fear:

29For our God is a consuming fire.

13Let brotherly love continue.

2Be not forgetful to entertain strangers: for thereby some have entertained angels unawares.

3Remember them that are in bonds, as bound with them; and them which suffer adversity, as being yourselves also in the body.

4Marriage is honourable in all, and the bed undefiled: but whor*mongers and adulterers God will judge.

5Let your conversation be without covetousness; and be content with such things as ye have: for he hath said, I will never leave thee, nor forsake thee.

6So that we may boldly say, The Lord is my helper, and I will not fear what man shall do unto me.

7Remember them which have the rule over you, who have spoken unto you the word of God: whose faith follow, considering the end of their conversation.

8Jesus Christ the same yesterday, and to day, and for ever.

9Be not carried about with divers and strange doctrines. For it is a good thing that the heart be established with grace; not with meats, which have not profited them that have been occupied therein.

10We have an altar, whereof they have no right to eat which serve the tabernacle.

11For the bodies of those beasts, whose blood is brought into the sanctuary by the high priest for sin, are burned without the camp.

12Wherefore Jesus also, that he might sanctify the people with his own blood, suffered without the gate.

13Let us go forth therefore unto him without the camp, bearing his reproach.

14For here have we no continuing city, but we seek one to come.

15By him therefore let us offer the sacrifice of praise to God continually, that is, the fruit of our lips giving thanks to his name.

16But to do good and to communicate forget not: for with such sacrifices God is well pleased.

17Obey them that have the rule over you, and submit yourselves: for they watch for your souls, as they that must give account, that they may do it with joy, and not with grief: for that is unprofitable for you.

18Pray for us: for we trust we have a good conscience, in all things willing to live honestly.

19But I beseech you the rather to do this, that I may be restored to you the sooner.

20Now the God of peace, that brought again from the dead our Lord Jesus, that great shepherd of the sheep, through the blood of the everlasting covenant,

21Make you perfect in every good work to do his will, working in you that which is wellpleasing in his sight, through Jesus Christ; to whom be glory for ever and ever. Amen.

22And I beseech you, brethren, suffer the word of exhortation: for I have written a letter unto you in few words.

23Know ye that our brother Timothy is set at liberty; with whom, if he come shortly, I will see you.

24Salute all them that have the rule over you, and all the saints. They of Italy salute you.

25Grace be with you all. Amen.

1James, a servant of God and of the Lord Jesus Christ, to the twelve tribes which are scattered abroad, greeting.

2My brethren, count it all joy when ye fall into divers temptations;

3Knowing this, that the trying of your faith worketh patience.

4But let patience have her perfect work, that ye may be perfect and entire, wanting nothing.

5If any of you lack wisdom, let him ask of God, that giveth to all men liberally, and upbraideth not; and it shall be given him.

6But let him ask in faith, nothing wavering. For he that wavereth is like a wave of the sea driven with the wind and tossed.

7For let not that man think that he shall receive any thing of the Lord.

8A double minded man is unstable in all his ways.

9Let the brother of low degree rejoice in that he is exalted:

10But the rich, in that he is made low: because as the flower of the grass he shall pass away.

11For the sun is no sooner risen with a burning heat, but it withereth the grass, and the flower thereof falleth, and the grace of the fashion of it perisheth: so also shall the rich man fade away in his ways.

12Blessed is the man that endureth temptation: for when he is tried, he shall receive the crown of life, which the Lord hath promised to them that love him.

13Let no man say when he is tempted, I am tempted of God: for God cannot be tempted with evil, neither tempteth he any man:

14But every man is tempted, when he is drawn away of his own lust, and enticed.

15Then when lust hath conceived, it bringeth forth sin: and sin, when it is finished, bringeth forth death.

16Do not err, my beloved brethren.

17Every good gift and every perfect gift is from above, and cometh down from the Father of lights, with whom is no variableness, neither shadow of turning.

18Of his own will begat he us with the word of truth, that we should be a kind of firstfruits of his creatures.

19Wherefore, my beloved brethren, let every man be swift to hear, slow to speak, slow to wrath:

20For the wrath of man worketh not the righteousness of God.

21Wherefore lay apart all filthiness and superfluity of naughtiness, and receive with meekness the engrafted word, which is able to save your souls.

22But be ye doers of the word, and not hearers only, deceiving your own selves.

23For if any be a hearer of the word, and not a doer, he is like unto a man beholding his natural face in a glass:

24For he beholdeth himself, and goeth his way, and straightway forgetteth what manner of man he was.

25But whoso looketh into the perfect law of liberty, and continueth therein, he being not a forgetful hearer, but a doer of the work, this man shall be blessed in his deed.

26If any man among you seem to be religious, and bridleth not his tongue, but deceiveth his own heart, this man's religion is vain.

27Pure religion and undefiled before God and the Father is this, To visit the fatherless and widows in their affliction, and to keep himself unspotted from the world.

2My brethren, have not the faith of our Lord Jesus Christ, the Lord of glory, with respect of persons.

2For if there come unto your assembly a man with a gold ring, in goodly apparel, and there come in also a poor man in vile raiment;

3And ye have respect to him that weareth the gay clothing, and say unto him, Sit thou here in a good place; and say to the poor, Stand thou there, or sit here under my footstool:

4Are ye not then partial in yourselves, and are become judges of evil thoughts?

5Hearken, my beloved brethren, Hath not God chosen the poor of this world rich in faith, and heirs of the kingdom which he hath promised to them that love him?

6But ye have despised the poor. Do not rich men oppress you, and draw you before the judgment seats?

7Do not they blaspheme that worthy name by the which ye are called?

8If ye fulfil the royal law according to the scripture, Thou shalt love thy neighbour as thyself, ye do well:

9But if ye have respect to persons, ye commit sin, and are convinced of the law as transgressors.

10For whosoever shall keep the whole law, and yet offend in one point, he is guilty of all.

11For he that said, Do not commit adultery, said also, Do not kill. Now if thou commit no adultery, yet if thou kill, thou art become a transgressor of the law.

12So speak ye, and so do, as they that shall be judged by the law of liberty.

13For he shall have judgment without mercy, that hath shewed no mercy; and mercy rejoiceth against judgment.

14What doth it profit, my brethren, though a man say he hath faith, and have not works? can faith save him?

15If a brother or sister be naked, and destitute of daily food,

16And one of you say unto them, Depart in peace, be ye warmed and filled; notwithstanding ye give them not those things which are needful to the body; what doth it profit?

17Even so faith, if it hath not works, is dead, being alone.

18Yea, a man may say, Thou hast faith, and I have works: shew me thy faith without thy works, and I will shew thee my faith by my works.

19Thou believest that there is one God; thou doest well: the devils also believe, and tremble.

20But wilt thou know, O vain man, that faith without works is dead?

21Was not Abraham our father justified by works, when he had offered Isaac his son upon the altar?

22Seest thou how faith wrought with his works, and by works was faith made perfect?

23And the scripture was fulfilled which saith, Abraham believed God, and it was imputed unto him for righteousness: and he was called the Friend of God.

24Ye see then how that by works a man is justified, and not by faith only.

25Likewise also was not Rahab the harlot justified by works, when she had received the messengers, and had sent them out another way?

26For as the body without the spirit is dead, so faith without works is dead also.

3My brethren, be not many masters, knowing that we shall receive the greater condemnation.

2For in many things we offend all. If any man offend not in word, the same is a perfect man, and able also to bridle the whole body.

3Behold, we put bits in the horses' mouths, that they may obey us; and we turn about their whole body.

4Behold also the ships, which though they be so great, and are driven of fierce winds, yet are they turned about with a very small helm, whithersoever the governor listeth.

5Even so the tongue is a little member, and boasteth great things. Behold, how great a matter a little fire kindleth!

6And the tongue is a fire, a world of iniquity: so is the tongue among our members, that it defileth the whole body, and setteth on fire the course of nature; and it is set on fire of hell.

7For every kind of beasts, and of birds, and of serpents, and of things in the sea, is tamed, and hath been tamed of mankind:

8But the tongue can no man tame; it is an unruly evil, full of deadly poison.

9Therewith bless we God, even the Father; and therewith curse we men, which are made after the similitude of God.

10Out of the same mouth proceedeth blessing and cursing. My brethren, these things ought not so to be.

11Doth a fountain send forth at the same place sweet water and bitter?

12Can the fig tree, my brethren, bear olive berries? either a vine, figs? so can no fountain both yield salt water and fresh.

13Who is a wise man and endued with knowledge among you? let him shew out of a good conversation his works with meekness of wisdom.

14But if ye have bitter envying and strife in your hearts, glory not, and lie not against the truth.

15This wisdom descendeth not from above, but is earthly, sensual, devilish.

16For where envying and strife is, there is confusion and every evil work.

17But the wisdom that is from above is first pure, then peaceable, gentle, and easy to be intreated, full of mercy and good fruits, without partiality, and without hypocrisy.

18And the fruit of righteousness is sown in peace of them that make peace.

4From whence come wars and fightings among you? come they not hence, even of your lusts that war in your members?

2Ye lust, and have not: ye kill, and desire to have, and cannot obtain: ye fight and war, yet ye have not, because ye ask not.

3Ye ask, and receive not, because ye ask amiss, that ye may consume it upon your lusts.

4Ye adulterers and adulteresses, know ye not that the friendship of the world is enmity with God? whosoever therefore will be a friend of the world is the enemy of God.

5Do ye think that the scripture saith in vain, The spirit that dwelleth in us lusteth to envy?

6But he giveth more grace. Wherefore he saith, God resisteth the proud, but giveth grace unto the humble.

7Submit yourselves therefore to God. Resist the devil, and he will flee from you.

8Draw nigh to God, and he will draw nigh to you. Cleanse your hands, ye sinners; and purify your hearts, ye double minded.

9Be afflicted, and mourn, and weep: let your laughter be turned to mourning, and your joy to heaviness.

10Humble yourselves in the sight of the Lord, and he shall lift you up.

11Speak not evil one of another, brethren. He that speaketh evil of his brother, and judgeth his brother, speaketh evil of the law, and judgeth the law: but if thou judge the law, thou art not a doer of the law, but a judge.

12There is one lawgiver, who is able to save and to destroy: who art thou that judgest another?

13Go to now, ye that say, To day or to morrow we will go into such a city, and continue there a year, and buy and sell, and get gain:

14Whereas ye know not what shall be on the morrow. For what is your life? It is even a vapour, that appeareth for a little time, and then vanisheth away.

15For that ye ought to say, If the Lord will, we shall live, and do this, or that.

16But now ye rejoice in your boastings: all such rejoicing is evil.

17Therefore to him that knoweth to do good, and doeth it not, to him it is sin.

5Go to now, ye rich men, weep and howl for your miseries that shall come upon you.

2Your riches are corrupted, and your garments are motheaten.

3Your gold and silver is cankered; and the rust of them shall be a witness against you, and shall eat your flesh as it were fire. Ye have heaped treasure together for the last days.

4Behold, the hire of the labourers who have reaped down your fields, which is of you kept back by fraud, crieth: and the cries of them which have reaped are entered into the ears of the Lord of sabaoth.

5Ye have lived in pleasure on the earth, and been wanton; ye have nourished your hearts, as in a day of slaughter.

6Ye have condemned and killed the just; and he doth not resist you.

7Be patient therefore, brethren, unto the coming of the Lord. Behold, the husbandman waiteth for the precious fruit of the earth, and hath long patience for it, until he receive the early and latter rain.

8Be ye also patient; stablish your hearts: for the coming of the Lord draweth nigh.

9Grudge not one against another, brethren, lest ye be condemned: behold, the judge standeth before the door.

10Take, my brethren, the prophets, who have spoken in the name of the Lord, for an example of suffering affliction, and of patience.

11Behold, we count them happy which endure. Ye have heard of the patience of Job, and have seen the end of the Lord; that the Lord is very pitiful, and of tender mercy.

12But above all things, my brethren, swear not, neither by heaven, neither by the earth, neither by any other oath: but let your yea be yea; and your nay, nay; lest ye fall into condemnation.

13Is any among you afflicted? let him pray. Is any merry? let him sing psalms.

14Is any sick among you? let him call for the elders of the church; and let them pray over him, anointing him with oil in the name of the Lord:

15And the prayer of faith shall save the sick, and the Lord shall raise him up; and if he have committed sins, they shall be forgiven him.

16Confess your faults one to another, and pray one for another, that ye may be healed. The effectual fervent prayer of a righteous man availeth much.

17Elias was a man subject to like passions as we are, and he prayed earnestly that it might not rain: and it rained not on the earth by the space of three years and six months.

18And he prayed again, and the heaven gave rain, and the earth brought forth her fruit.

19Brethren, if any of you do err from the truth, and one convert him;

20Let him know, that he which converteth the sinner from the error of his way shall save a soul from death, and shall hide a multitude of sins.

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Saludo

1Pablo, preso por causa de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo saludan a Filemón, querido compañero de trabajo, 2y a la iglesia que se reúne en su casa, así como a la hermana Apia y a Arquipo, nuestro compañero en la lucha. 3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes.

Acción de gracias y petición

4Siempre doy gracias a mi Dios al acordarme de ti en mis oraciones, 5porque he tenido noticias del amor y la fe que tienes para con el Señor Jesús y para con todos los que pertenecen al pueblo santo. 6Y pido a Dios que tu participación en la misma fe te lleve a conocer todo el bien que podemos realizar por amor a Cristo. 7Estoy muy contento y animado por tu amor, ya que tú, hermano, has llenado de consuelo el corazón de los que pertenecen al pueblo santo.

Intervención a favor de Onésimo

8Por eso, aunque en nombre de Cristo tengo derecho a ordenarte lo que debes hacer, 9prefiero rogártelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano, y ahora preso por causa de Cristo Jesús, 10te pido un favor para mi hijo Onésimo, de quien he llegado a ser padre según la fe aquí en la cárcel.

11En otro tiempo, Onésimo fue para ti un esclavo inútil, pero ahora nos es útil tanto a ti como a mí. 12Te lo envío de nuevo: es el hijo de mis entrañas. 13Yo hubiera querido que se quedara aquí conmigo, para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por causa del evangelio. 14Pero no quiero hacer nada que tú antes no hayas aprobado, para que el favor que me haces no sea por obligación sino por tu propia voluntad. 15Tal vez Onésimo se apartó de ti por algún tiempo para que ahora lo tengas para siempre, 16ya no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo todavía más, no sólo humanamente sino también como hermano en el Señor.

17Así pues, si me tienes por hermano en la fe, recíbelo como si se tratara de mí mismo. 18Si te ha hecho algún daño, o si te debe algo, cóbramelo a mí. 19Yo, Pablo, escribo esto con mi puño y letra: Yo lo pagaré. Por no decir que lo pongas a tu cuenta, ya que tú me debes tu propia persona. 20Sí, hermano, te pido este favor por amor al Señor; consuela mi corazón como hermano en Cristo.

21Te escribo porque estoy seguro de tu obediencia, y sé que harás más de lo que te pido. 22Además de esto, prepárame alojamiento; porque espero que, en respuesta a las oraciones de ustedes, Dios les concederá que yo vaya a verlos.

Despedida

23Saludos de Epafras, mi compañero de cárcel por causa de Cristo Jesús, 24y también de Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, que me ayudan en el trabajo.

25Que el Señor Jesucristo derrame su gracia sobre ustedes.

Dios ha hablado por medio de su Hijo

1En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. 2Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. 3Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros pecados, se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios, 4y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido en herencia un título mucho más importante que el de ellos.

5Porque Dios nunca dijo a ningún ángel:

«Tú eres mi Hijo;
yo te he engendrado hoy.»

Ni dijo tampoco de ningún ángel:

«Yo seré un padre para él,
y él será un hijo para mí.»

6Pero en otro lugar, al presentar a su Hijo primogénito al mundo, dice:

«Que todos los ángeles de Dios lo adoren.»

7Respecto a los ángeles, Dios dice:

«Hace que sus ángeles sean como vientos,
y como llamas de fuego sus servidores.»

8Pero respecto al Hijo, dice:

«Tu reinado, oh Dios, es eterno,
y es un reinado de justicia.
9Has amado lo bueno y odiado lo malo;
por eso te ha escogido Dios, tu Dios,
y te ha colmado de alegría
más que a tus compañeros.»

10También dice:

«Tú, oh Señor, afirmaste la tierra desde el principio;
tú mismo hiciste el cielo.
11Todo ello dejará de existir,
pero tú permaneces para siempre.
Todo ello se gastará como la ropa;
12¡lo doblarás como se dobla un vestido,
lo cambiarás como quien se cambia de ropa!
Pero tú eres el mismo;
tu vida no terminará.»

13Dios nunca dijo a ninguno de los ángeles:

«Siéntate a mi derecha,
hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.»

14Porque todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación.

Importancia de la salvación anunciada

2Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para que no nos apartemos del camino. 2Los mandamientos que Dios dio en otros tiempos por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron castigados justamente. 3¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor fue quien anunció primero esta salvación, la cual después confirmaron entre nosotros los que oyeron ese mensaje. 4Además, Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su voluntad.

Jesús, semejante a sus hermanos

5Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando. 6Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara:

«¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
7Por un poco de tiempo lo hiciste algo menor que los ángeles,
pero lo coronaste de gloria y honor;
8todo lo sujetaste debajo de sus pies.»

Así que, al sujetarlo todo debajo de sus pies, Dios no dejó nada sin sujetarlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sujeto. 9Pero vemos que Jesús, a quien Dios hizo algo menor que los ángeles por un poco de tiempo, está coronado de gloria y honor, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su amor, quiso que experimentara la muerte para bien de todos.

10Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. 11Porque todos son del mismo Padre: tanto los consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12al decir en la Escritura:

«Hablaré de ti a mis hermanos,
y te cantaré himnos en medio de la congregación.»

13También dice:

«En él pondré mi esperanza.»

Y otra vez dice:

«Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.»

14Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. 15De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida. 16Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. 17Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. 18Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.

Comparado con Moisés

3Por lo tanto, hermanos, ustedes los del pueblo santo, que han sido llamados por Dios a ser suyos, consideren atentamente a Cristo Jesús, el Apóstol y Sumo sacerdote, gracias al cual profesamos nuestra fe. 2Pues Jesús ha sido fiel a Dios, que lo nombró para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la casa de Dios. 3Pero a Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés, del mismo modo que el que hace una casa recibe más honor que la casa misma. 4Toda casa tiene que estar hecha por alguien; pero Dios es el que hizo todo lo que existe. 5Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir. 6Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos.

Exhortación a la fidelidad

7Por eso, como dice el Espíritu Santo en la Escritura:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
8no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron
y pusieron a Dios a prueba en el desierto.
9Allí me pusieron a prueba los antepasados de ustedes,
aun cuando habían visto mis obras durante cuarenta años.
10Por eso me enojé con aquella generación,
y dije: “Andan siempre extraviados en su corazón,
y no han querido conocer mis caminos.”
11Por eso juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo.»

12Hermanos, cuídense de que ninguno de ustedes tenga un corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios viviente. 13Al contrario, anímense unos a otros cada día, mientras dura ese «hoy» de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde. 14Porque nosotros tenemos parte con Cristo, con tal de que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio.

15Por lo cual dice:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.»

16¿Y quiénes fueron los que se rebelaron después de haber oído la voz de Dios? Pues todos los que Moisés había sacado de la tierra de Egipto. 17¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? Con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto. 18¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A los que desobedecieron. 19Y, en efecto, vemos que no pudieron entrar porque no creyeron.

4Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje. 3Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:

«Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.»

Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo; 4pues en alguna parte de las Escrituras se dice del séptimo día:

«Dios reposó de todo su trabajo el séptimo día.»

5Y otra vez se dice en las Escrituras:

«No entrarán en mi reposo.»

6Pero todavía falta que algunos entren en ese lugar de reposo, ya que, por haber desobedecido, no entraron los que primero recibieron el anuncio. 7Por eso, Dios ha vuelto a señalar un día, un nuevo «hoy», y lo ha hecho hablándonos por medio de lo que, mucho tiempo después, David dijo en la Escritura ya mencionada:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón.»

8Porque si Josué les hubiera dado reposo a los israelitas, Dios no habría hablado de otro día. 9De manera que todavía queda un reposo sagrado para el pueblo de Dios; 10porque el que entra en ese reposo de Dios, reposa de su trabajo, así como Dios reposó del suyo. 11Debemos, pues, esforzarnos por entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de aquellos que no creyeron.

12Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.

Jesús, sacerdote compasivo

14Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos. 15Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó. 16Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad.

5Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados. 2Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y los extraviados; 3y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo. 4Nadie puede tomar este honor para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón. 5De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:

«Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.»

6Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

7Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. 8Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; 9y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen, 10y Dios lo nombró Sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.

Exhortación a progresar en la fe

11Tenemos mucho que decir sobre este asunto, pero es difícil explicarlo, porque ustedes son lentos para entender. 12Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. 13Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. 14La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo.

6Así que sigamos adelante hasta llegar a ser adultos, dejando a un lado las primeras enseñanzas acerca de Cristo. No volvamos otra vez a las cosas básicas, como la conversión y el abandono de las obras que llevan a la muerte, o como la fe en Dios, 2las enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los creyentes, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3Es lo que haremos, si Dios lo permite.

4Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo, 5y saborearon el buen mensaje de Dios y el poder del mundo venidero, 6si caen de nuevo, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla de todos. 7Son como la tierra que bebe la lluvia que cae en abundancia sobre ella: si da una cosecha útil a los que la trabajan, recibe la bendición de Dios; 8pero si da espinos y cardos, no vale nada; cae bajo la maldición de Dios, y finalmente será quemada.

9Pero aunque hablamos así, queridos hermanos, estamos seguros de que ustedes se encuentran en el primer caso, es decir, en camino de salvación. 10Porque Dios es justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le han mostrado al ayudar a los del pueblo santo, como aún lo están haciendo. 11Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza. 12No queremos que se vuelvan perezosos, sino que sigan el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.

Promesa y juramento

13Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por sí mismo, porque no había otro superior a él por quien jurar; 14y dijo: «Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.» 15Abraham esperó con paciencia, y recibió lo que Dios le había prometido. 16Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no hay más que discutir. 17Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el juramento. 18De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado. 19Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco. Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial, 20donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando así a ser Sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

Jesús, sacerdote como Melquisedec

7Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo; 2entonces Abraham le dio la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla. Ante todo, hay que notar que el nombre Melquisedec significa «rey de justicia», pero aparece también como rey de Salem, que quiere decir «rey de paz». 3Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento ni de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre.

4Ahora bien, fíjense qué importante era Melquisedec, que nuestro propio antepasado Abraham le dio la décima parte de lo que les había ganado a los reyes en la batalla. 5Según la ley de Moisés, los sacerdotes que son descendientes de Leví tienen el derecho de cobrarle al pueblo la décima parte de todo, a pesar de que son sus parientes y descienden de Abraham lo mismo que ellos. 6Pero Melquisedec, aunque no era descendiente de Leví, le cobró la décima parte a Abraham, que había recibido las promesas de Dios. Así Melquisedec bendijo a Abraham; 7y nadie puede negar que el que bendice es superior al bendecido. 8Aquí, en esta vida, los que cobran la décima parte son hombres mortales; pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive. 9Y se puede decir que los sacerdotes que descienden de Leví, y que ahora cobran la décima parte, pagaron también la décima parte a Melquisedec al pagársela a él Abraham; 10porque, en cierto sentido, cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham, éste llevaba ya en su cuerpo a sus descendientes que aún no habían nacido.

Los dos sacerdocios

11El pueblo de Israel recibió la ley basada en el sacerdocio levítico. Ahora bien, si estos sacerdotes hubieran podido hacer perfectos a los hombres, no habría sido necesario que apareciera otro sacerdote, ya no de la clase de Aarón sino de la clase de Melquisedec. 12Porque al cambiar el sacerdocio, también se tiene que cambiar la ley; 13y nuestro Señor, de quien la Escritura dice esto, pertenece a otra tribu de Israel, de la cual no ha salido ningún sacerdote. 14Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés no dijo nada de esa tribu cuando habló del sacerdocio.

15Y esto es aún más claro si el nuevo sacerdote que aparece es uno como Melquisedec, 16que no fue sacerdote según una ley que toma en cuenta elementos puramente humanos, sino según el poder de una vida indestructible. 17Porque esto es lo que Dios dice de él:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

18Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil, 19pues la ley de Moisés no perfeccionó nada, y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

Superioridad del sacerdocio de Jesús

20Y Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno, 21pero en el caso del Señor sí hubo un juramento, pues en la Escritura se le dice:

«El Señor hizo un juramento
y no va a desdecirse:
“Tú eres sacerdote para siempre.”»

22De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera. 23Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo; 24pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. 25Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos.

26Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. 27No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

Imperfección del culto antiguo

8Lo más importante de lo que estamos diciendo es que nuestro Sumo sacerdote es de tal naturaleza que se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios, 2y oficia como sacerdote en el verdadero santuario, el que fue hecho por el Señor y no por los hombres.

3Todo sumo sacerdote es nombrado para presentar ofrendas y sacrificios, y por eso es necesario que Jesucristo también tenga algo que ofrecer. 4Si él estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, pues aquí ya hay sacerdotes que presentan las ofrendas mandadas por la ley de Moisés. 5Pero estos sacerdotes prestan su servicio por medio de cosas que no son más que copias y sombras de lo que hay en el cielo. Y sabemos que son copias porque, cuando Moisés iba a construir el santuario, Dios le dijo: «Pon atención y hazlo todo según el modelo que te mostré en el monte.» 6Pero nuestro Sumo sacerdote, que ha recibido un ministerio sacerdotal mucho mejor, es mediador de una alianza mejor, basada en mejores promesas.

Imperfección de la primera alianza

7Si la primera alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesaria una segunda alianza. 8Pero Dios encontró imperfecta a aquella gente, y dijo:

«El Señor dice: Vendrán días
en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá.
9Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados,
cuando los tomé de la mano
para sacarlos de la tierra de Egipto;
y como ellos no cumplieron mi alianza,
yo los abandoné, dice el Señor.
10La alianza que haré con Israel
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
11Ya no será necesario que unos a otros,
compatriotas o parientes, tengan que instruirse
para que conozcan al Señor,
porque todos me conocerán,
desde el más pequeño hasta el más grande.
12Yo les perdonaré sus maldades
y no me acordaré más de sus pecados.»

13Cuando Dios habla de una nueva alianza es porque ha declarado vieja a la primera; y a lo que está viejo y anticuado, poco le falta para desaparecer.

Ineficacia de los sacrificios antiguos

9Ahora bien, la primera alianza tenía sus reglas para el culto, pero en un santuario terrenal. 2La tienda se levantó de tal forma que en su primera parte, llamada el Lugar santo, estaban el candelabro y la mesa con los panes consagrados a Dios. 3Detrás del segundo velo estaba el llamado Lugar santísimo; 4allí había un altar de oro para quemar el incienso, y el arca de la alianza cubierto de oro por todos lados. En el arca había una jarra de oro que contenía el maná, y también estaban el bastón de Aarón, que había retoñado, y las tablas de la alianza. 5Encima del arca estaban los seres alados que representaban la presencia de Dios, los cuales cubrían con sus alas la tapa del arca. Pero por ahora no es necesario dar más detalles sobre estas cosas.

6Preparadas así las cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte de la tienda para celebrar los oficios del culto. 7Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año; y cuando entra, tiene que llevar sangre de animales para ofrecerla por sí mismo y por los pecados que el pueblo comete sin darse cuenta. 8Con esto el Espíritu Santo nos da a entender que, mientras la primera parte de la tienda seguía existiendo, el camino al santuario todavía no estaba abierto. 9Todo esto es un símbolo para el tiempo presente; pues las ofrendas y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden hacer perfecta la conciencia de los que así lo adoran. 10Se trata únicamente de alimentos, bebidas y ciertas ceremonias de purificación, que son reglas externas y que tienen valor solamente hasta que Dios cambie las cosas.

Eficacia del sacrificio de Cristo

11Pero Cristo ya vino, y ahora él es el Sumo sacerdote de los bienes definitivos. El santuario donde él actúa como sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. 12Cristo ha entrado en el santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre; ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la liberación eterna. 13Es verdad que la sangre de los toros y chivos, y las cenizas de la becerra que se quema en el altar, las cuales son rociadas sobre los que están impuros, tienen poder para consagrarlos y purificarlos por fuera. 14Pero si esto es así, ¡cuánto más poder tendrá la sangre de Cristo! Pues por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que podamos servir al Dios viviente.

La nueva alianza

15Por eso, Jesucristo es mediador de una nueva alianza y un nuevo testamento, pues con su muerte libra a los hombres de los pecados cometidos bajo la primera alianza, y hace posible que los que Dios ha llamado reciban la herencia eterna que él les ha prometido. 16Para que un testamento entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo hizo. 17Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo hizo, sino sólo cuando ya ha muerto. 18Por eso, la primera alianza también se estableció con derramamiento de sangre. 19Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo; después tomó lana roja y una rama de hisopo, las mojó en la sangre de los becerros y los chivos mezclada con agua, y roció el libro de la ley y también a todo el pueblo. 20Entonces les dijo: «Ésta es la sangre que confirma la alianza que Dios ha ordenado para ustedes.» 21Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos que se usaban en el culto. 22Según la ley, casi todo tiene que ser purificado con sangre; y no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre. 23De manera que se necesitaban tales sacrificios para purificar aquellas cosas que son copias de lo celestial; pero las cosas celestiales necesitan mejores sacrificios que ésos.

El acceso a Dios

24Porque Cristo no entró en aquel santuario hecho por los hombres, que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el cielo mismo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor. 25Y no entró para ofrecerse en sacrificio muchas veces, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena. 26Si ése fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado. 27Y así como todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio, 28así también Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

Ineficacia de la ley antigua

10Porque la ley de Moisés era solamente una sombra de los bienes que habían de venir, y no su presencia verdadera. Por eso la ley nunca puede hacer perfectos a quienes cada año se acercan a Dios para ofrecerle los mismos sacrificios. 2Pues si la ley realmente pudiera purificarlos del pecado, ya no se sentirían culpables, y dejarían de ofrecer sacrificios. 3Pero estos sacrificios sirven más bien para hacerles recordar sus pecados cada año. 4Porque la sangre de los toros y de los chivos no puede quitar los pecados.

El sacrificio de Cristo

5Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo a Dios:

«No quieres sacrificio ni ofrendas,
sino que me has dado un cuerpo.
6No te agradan los holocaustos ni las ofrendas para quitar el pecado.
7Entonces dije: “Aquí estoy, tal como está escrito de mí en el libro,
para hacer tu voluntad, oh Dios.”»

8En primer lugar, dice que Dios no quiere ni le agradan sacrificios ni ofrendas de animales, ni holocaustos para quitar el pecado, a pesar de que son cosas que la ley manda ofrecer. 9Y después añade: «Aquí vengo para hacer tu voluntad.» Es decir, que quita aquellos sacrificios antiguos y pone en su lugar uno nuevo. 10Dios nos ha consagrado porque Jesucristo hizo la voluntad de Dios al ofrecer su propio cuerpo en sacrificio una sola vez y para siempre.

11Todo sacerdote judío oficia cada día y sigue ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, aunque éstos nunca pueden quitar los pecados. 12Pero Jesucristo ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre, y luego se sentó a la derecha de Dios. 13Allí está esperando hasta que Dios haga de sus enemigos el estrado de sus pies, 14porque por medio de una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que han sido consagrados a Dios. 15Y el Espíritu Santo nos lo confirma, al decir:

16«La alianza que haré con ellos
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente.
17Y no me acordaré más de sus pecados y maldades.»

18Así pues, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de más ofrendas por el pecado.

Exhortación a la fidelidad

19Hermanos, ahora podemos entrar con toda libertad en el santuario gracias a la sangre de Jesús, 20siguiendo el nuevo camino de vida que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su propio cuerpo. 21Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. 22Por eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura. 23Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. 24Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. 25No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.

26Porque si seguimos pecando intencionalmente después de haber conocido la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados; 27solamente nos queda la terrible amenaza del juicio y del fuego ardiente que destruirá a los enemigos de Dios. 28Cuando alguien desobedece la ley de Moisés, si hay dos o tres testigos que declaren contra él, se le condena a muerte sin compasión. 29Pues ¿no creen ustedes que mucho mayor castigo merecen los que pisotean al Hijo de Dios y desprecian su sangre, los que insultan al Espíritu del Dios que los ama? Esa sangre es la que confirma la alianza, y con ella han sido ellos consagrados. 30Sabemos que el Señor ha dicho: «A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré.» Y ha dicho también: «El Señor juzgará a su pueblo.» 31¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios viviente!

32Pero recuerden ustedes los tiempos pasados, cuando acababan ustedes de recibir la luz y soportaron con fortaleza los sufrimientos de una gran lucha. 33Algunos de ustedes fueron insultados y maltratados públicamente, y otros se unieron en el sufrimiento con los que fueron tratados así. 34Ustedes tuvieron compasión de los que estaban en la cárcel, y hasta con alegría se dejaron quitar lo que poseían, sabiendo que en el cielo tienen algo que es mucho mejor y que permanece para siempre. 35No pierdan, pues, su confianza, porque ella les traerá una gran recompensa. 36Ustedes necesitan tener fortaleza en el sufrimiento, para hacer la voluntad de Dios y recibir así lo que él ha prometido. 37Pues la Escritura dice:

«Pronto, muy pronto,
vendrá el que tiene que venir.
No tardará.
38Mi justo por la fe vivirá;
pero si se vuelve atrás,
no estaré contento de él.»

39Y nosotros no somos de los que se vuelven atrás y van a su condenación, sino de los que alcanzan la salvación porque tienen fe.

La fe de los antiguos

11Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. 2Nuestros antepasados fueron aprobados porque tuvieron fe.

3Por fe sabemos que Dios formó los mundos mediante su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no podían verse.

4Por fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el que ofreció Caín, y por eso Dios lo declaró justo y le aceptó sus ofrendas. Así que, aunque Abel está muerto, sigue hablando por medio de su fe.

5Por su fe, Henoc fue llevado en vida para que no muriera, y ya no lo encontraron, porque Dios se lo había llevado. Y la Escritura dice que, antes de ser llevado, Henoc había agradado a Dios. 6Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.

7Por fe, Noé, cuando Dios le advirtió que habían de pasar cosas que todavía no podían verse, obedeció y construyó la barca para salvar a su familia. Y por esa misma fe, Noé condenó a la gente del mundo y fue heredero de la justicia que se obtiene por la fe.

8Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que él le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba, 9y por la fe que tenía vivió como extranjero en la tierra que Dios le había prometido. Vivió en tiendas de campaña, lo mismo que Isaac y Jacob, que también recibieron esa promesa. 10Porque Abraham esperaba aquella ciudad que tiene bases firmes, de la cual Dios es arquitecto y constructor.

11Por fe también, aunque Sara no podía tener hijos y Abraham era demasiado viejo, éste recibió fuerzas para ser padre, porque creyó que Dios cumpliría sin falta su promesa. 12Así que Abraham, aunque ya próximo al fin de sus días, llegó a tener descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar, que no se puede contar.

13Todas esas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos, y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo. 14Y los que dicen tal cosa, claramente dan a entender que todavía andan en busca de una patria. 15Si hubieran estado pensando en la tierra de donde salieron, bien podrían haber regresado allá; 16pero ellos deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad.

17Por fe, Abraham, cuando Dios lo puso a prueba, tomó a Isaac para ofrecerlo en sacrificio. Estaba dispuesto a ofrecer a su único hijo, a pesar de que Dios le había prometido: 18«Por medio de Isaac tendrás descendientes.» 19Es que Abraham reconocía que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; y por eso Abraham recobró a su hijo, y así vino a ser un símbolo.

20Por fe, Isaac prometió bendiciones futuras a Jacob y a Esaú.

21Por fe, Jacob, cuando ya iba a morir, prometió bendiciones a cada uno de los hijos de José, y adoró a Dios apoyándose sobre la punta de su bastón.

22Por fe, José, al morir, dijo que los israelitas saldrían más tarde de la tierra de Egipto, y dejó órdenes acerca de lo que deberían hacer con sus restos.

23Por fe, al nacer Moisés, sus padres lo escondieron durante tres meses; porque vieron que era un niño hermoso, y no tuvieron miedo de la orden que el rey había dado de matar a los niños.

24Y por fe, Moisés, cuando ya fue hombre, no quiso llamarse hijo de la hija del faraón; 25prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, a gozar por un tiempo los placeres del pecado. 26Consideró de más valor sufrir la deshonra del Mesías que gozar de la riqueza de Egipto; porque tenía la vista puesta en la recompensa que Dios le había de dar.

27Por fe, Moisés se fue de la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. 28Por fe, Moisés celebró la Pascua y mandó rociar las puertas con sangre, para que el ángel de la muerte no tocara al hijo mayor de ningún israelita.

29Por fe, los israelitas pasaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca; luego, cuando los egipcios quisieron hacer lo mismo, se ahogaron.

30Por fe cayeron los muros de la ciudad de Jericó, después que los israelitas marcharon alrededor de ellos durante siete días. 31Y por fe, Rahab, la prostituta, no murió junto con los desobedientes, porque ella había recibido amistosamente a los espías de Israel.

32¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. 33Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los leones, 34apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos. 35Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida a sus familiares muertos.

Otros murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor. 36Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles. 37Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos sólo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados. 38Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas y las cavernas de la tierra.

39Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían; 40porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos perfectos.

Fortaleza en el sufrimiento

12Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. 2Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.

3Por lo tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores; por eso, no se cansen ni se desanimen. 4Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado, 5y han olvidado ya lo que Dios les aconseja como a hijos suyos. Dice en la Escritura:

«No desprecies, hijo mío,
la corrección del Señor,
ni te desanimes cuando te reprenda.
6Porque el Señor corrige a quien él ama,
y castiga a aquel a quien recibe como hijo.»

7Ustedes están sufriendo para su corrección: Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no corrija? 8Pero si Dios no los corrige a ustedes como corrige a todos sus hijos, entonces ustedes no son hijos legítimos. 9Además, cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y los respetábamos. ¿Por qué no hemos de someternos, con mayor razón, a nuestro Padre celestial, para obtener la vida? 10Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían durante esta corta vida, según lo que les parecía más conveniente; pero Dios nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos como él. 11Ciertamente, ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, el resultado es una vida de paz y rectitud.

12Así pues, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas, 13y busquen el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más.

Exhortación a la vigilancia

14Procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa; pues sin la santidad, nadie podrá ver al Señor. 15Procuren que a nadie le falte la gracia de Dios, a fin de que ninguno sea como una planta de raíz amarga que hace daño y envenena a la gente. 16Que ninguno de ustedes se entregue a la prostitución ni desprecie lo sagrado; pues esto hizo Esaú, que por una sola comida vendió sus derechos de hijo mayor. 17Y ustedes saben que después, cuando quiso recibir la bendición de su padre, fue rechazado; y aunque lloró mucho, ya no hubo remedio para lo sucedido.

18Ustedes no se acercaron, como los israelitas, a algo que se podía tocar y que ardía en llamas, donde había oscuridad, tinieblas y tempestad; 19ni oyeron el sonido de la trompeta ni la voz de Dios. Los que oyeron esa voz rogaron que no les siguiera hablando, 20porque no podían soportar el mandato que decía: «Al que ponga el pie en el monte, hay que matarlo a pedradas o con lanza, aunque sea un animal.» 21Tan espantoso era lo que se veía, que el mismo Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo.»

22Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte Sión, y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a muchos miles de ángeles reunidos para alabar a Dios, 23y a la comunidad de los primeros hijos de Dios inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los hombres buenos que Dios ha hecho perfectos, 24a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre con que hemos sido purificados, la cual nos habla mejor que la sangre de Abel.

25Por eso tengan cuidado de no rechazar al que nos habla. Pues los que rechazaron a Dios cuando él les llamó la atención aquí en la tierra, no escaparon. Y mucho menos podremos escapar nosotros, si le damos la espalda al que nos llama la atención desde el cielo. 26En aquel tiempo, la voz de Dios hizo temblar la tierra, pero ahora dice: «Una vez más haré temblar no sólo la tierra, sino también el cielo.» 27Al decir «una vez más», se entiende que se quitarán las cosas creadas, lo que puede ser movido, para que permanezca lo que no puede moverse. 28El reino que Dios nos da, no puede ser movido. Demos gracias por esto, y adoremos a Dios con la devoción y reverencia que le agradan. 29Porque nuestro Dios es como un fuego que todo lo consume.

Actitudes cristianas

13No dejen de amarse unos a otros como hermanos. 2No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.

3Acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados, ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo.

4Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.

5No amen el dinero; conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré.» 6Así que podemos decir con confianza:

«El Señor es mi ayuda; no temeré.
¿Qué me puede hacer el hombre?»

7Acuérdense de quienes los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe.

8Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. 9No se dejen ustedes llevar por enseñanzas diferentes y extrañas. Es mejor que nuestros corazones se fortalezcan en el amor de Dios que en seguir reglas sobre los alimentos; pues esas reglas nunca han sido de provecho.

10Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los sacerdotes del antiguo santuario. 11Pues el sumo sacerdote lleva la sangre de los animales al santuario, como ofrenda para quitar el pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. 12Así también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo por medio de su propia sangre. 13Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió. 14Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura. 15Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros labios! 16No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen; porque éstos son los sacrificios que agradan a Dios.

17Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, porque ellos cuidan sin descanso de ustedes, sabiendo que tienen que rendir cuentas a Dios. Procuren hacerles el trabajo agradable y no penoso, pues lo contrario no sería de ningún provecho para ustedes.

18Oren por nosotros, que estamos seguros de tener la conciencia tranquila, ya que queremos portarnos bien en todo. 19Pido especialmente sus oraciones para que Dios me permita volver a estar pronto con ustedes.

Bendición y despedida

20Que el Dios de paz, que resucitó de la muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre confirmó su alianza eterna, 21los haga a ustedes perfectos y buenos en todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera, por medio de Jesucristo. ¡Gloria para siempre a Cristo! Amén.

22Hermanos, les ruego que reciban con paciencia estas pocas palabras de aliento que les he escrito. 23Sepan ustedes que nuestro hermano Timoteo está ya en libertad; si llega pronto, lo llevaré conmigo cuando vaya a verlos.

24Saluden a todos sus dirigentes y a todos los del pueblo santo. Los de Italia les mandan saludos.

25Que Dios derrame su gracia sobre todos ustedes.

Saludo

1Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de Israel esparcidas por todo el mundo.

Fortaleza en las pruebas

2Hermanos míos, ustedes deben tenerse por muy dichosos cuando se vean sometidos a pruebas de toda clase. 3Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento. 4Pero procuren que esa fortaleza los lleve a la perfección, a la madurez plena, sin que les falte nada.

5Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. 6Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro. 7Quien es así, no crea que va a recibir nada del Señor, 8porque hoy piensa una cosa y mañana otra, y no es constante en su conducta.

9El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de ser enaltecido por Dios; 10y el rico de ser humillado. Porque el rico es como la flor de la hierba, que no permanece. 11Cuando el sol sale y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se cae y su belleza se pierde. Así también, el rico desaparecerá en medio de sus negocios.

12Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman. 13Cuando alguno se sienta tentado a hacer lo malo, no piense que es tentado por Dios, porque Dios ni siente la tentación de hacer lo malo, ni tienta a nadie para que lo haga. 14Al contrario, uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo atraen y lo seducen. 15De estos malos deseos nace el pecado; y del pecado, cuando llega a su completo desarrollo, nace la muerte.

16Queridos hermanos míos, no se engañen: 17todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos. 18Él, porque así lo quiso, nos dio vida mediante el mensaje de la verdad, para que seamos los primeros frutos de su creación.

Necesidad de poner en práctica el mensaje

19Recuerden esto, queridos hermanos: todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio deben ser lentos para hablar y para enojarse. 20Porque el hombre enojado no hace lo que es justo ante Dios. 21Así pues, despójense ustedes de toda impureza y de la maldad que tanto abunda, y acepten humildemente el mensaje que ha sido sembrado; pues ese mensaje tiene poder para salvarlos.

22Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos. 23El que solamente oye el mensaje, y no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: 24se ve a sí mismo, pero en cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. 25Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace.

26Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve de nada. 27La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo.

Advertencia contra la discriminación

2Ustedes, hermanos míos, que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra. 2-3Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: «Siéntate aquí, en un buen lugar», y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a éste le dicen: «Tú quédate allá de pie, o siéntate en el suelo»; 4entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención.

5Queridos hermanos míos, oigan esto: Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres, para que sean ricos en fe y para que reciban como herencia el reino que él ha prometido a los que lo aman; 6ustedes, en cambio, los humillan. ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes a rastras los llevan ante las autoridades? 7¿No son ellos quienes hablan mal del precioso nombre que fue invocado sobre ustedes?

8Ustedes hacen bien si de veras cumplen la ley suprema, tal como dice la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» 9Pero si hacen discriminaciones entre una persona y otra, cometen pecado y son culpables ante la ley de Dios. 10Porque si una persona obedece toda la ley, pero falla en un solo mandato, resulta culpable frente a todos los mandatos de la ley. 11Pues el mismo Dios que dijo: «No cometas adulterio», dijo también: «No mates.» Así que, si uno no comete adulterio, pero mata, ya ha violado la ley. 12Ustedes deben hablar y portarse como quienes van a ser juzgados por la ley que nos trae libertad. 13Pues los que no han tenido compasión de otros, sin compasión serán también juzgados, pero los que han tenido compasión saldrán victoriosos en la hora del juicio.

La fe se muestra con los hechos

14Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? 15Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día; 16si uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran», pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve? 17Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta.

18Uno podrá decir: «Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos.» 19Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. 20No seas tonto, y reconoce que si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil. 21Dios aceptó como justo a Abraham, nuestro antepasado, por lo que él hizo cuando ofreció en sacrificio a su hijo Isaac. 22Y puedes ver que, en el caso de Abraham, su fe se demostró con hechos, y que por sus hechos llegó a ser perfecta su fe. 23Así se cumplió la Escritura que dice: «Abraham creyó a Dios, y por eso Dios lo aceptó como justo.» Y Abraham fue llamado amigo de Dios.

24Ya ven ustedes, pues, que Dios declara justo al hombre también por sus hechos, y no solamente por su fe. 25Lo mismo pasó con Rahab, la prostituta; Dios la aceptó como justa por sus hechos, porque dio alojamiento a los mensajeros y los ayudó a salir por otro camino. 26En resumen: así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos.

La lengua

3Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad. 2Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo. 3Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. 4Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. 5Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! 6Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. 7El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; 8pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. 9Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. 10De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. 12Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.

La verdadera sabiduría

13Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da. 14Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad. 15Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo. 16Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad; 17pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. 18Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.

La amistad con el mundo

4¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior. 2Ustedes quieren algo, y no lo obtienen; matan, sienten envidia de alguna cosa, y como no la pueden conseguir, luchan y se hacen la guerra. No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios; 3y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres. 4¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. 5Por algo dice la Escritura: «Dios ama celosamente el espíritu que ha puesto dentro de nosotros.» 6Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: «Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes.» 7Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y éste huirá de ustedes. 8Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez! 9¡Aflíjanse, lloren y laméntense! ¡Que su risa se cambie en lágrimas y su alegría en tristeza! 10Humíllense delante del Señor, y él los enaltecerá.

11Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de obedecerla. 12Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?

No hacer planes con orgullo

13Ahora oigan esto, ustedes, los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y allí pasaremos un año haciendo negocios y ganando dinero», 14¡y ni siquiera saben lo que mañana será de su vida! Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece. 15Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» 16En cambio, ustedes insisten en hablar orgullosamente; y todo orgullo de esa clase es malo. 17El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

Advertencias a los ricos

5¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir! 2Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla. 3Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirá como fuego. Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos. 4El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores. 5Aquí en la tierra se han dado ustedes una vida de lujo y placeres, engordando como ganado, ¡y ya llega el día de la matanza! 6Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia.

Esperar con paciencia

7Pero ustedes, hermanos, tengan paciencia hasta que el Señor venga. El campesino que espera recoger la preciosa cosecha, tiene que aguardar con paciencia las temporadas de lluvia. 8Ustedes también tengan paciencia y manténganse firmes, porque muy pronto volverá el Señor.

9Hermanos, no se quejen unos de otros, para que no sean juzgados; pues el Juez está ya a la puerta. 10Hermanos míos, tomen como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11Pues nosotros consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento. Ustedes han oído cómo soportó Job sus sufrimientos, y saben de qué modo lo trató al fin el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.

12Sobre todo, hermanos míos, no juren: ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Cuando digan «sí», que sea sí; y cuando digan «no», que sea no, para que Dios no los condene.

La oración

13Si alguno de ustedes está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas. 14Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor lo unjan con aceite. 15Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. 16Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración fervorosa del justo tiene mucho poder. 17El profeta Elías era un hombre como nosotros, y cuando oró con fervor pidiendo que no lloviera, dejó de llover sobre la tierra durante tres años y medio. 18Después, cuando oró otra vez, volvió a llover, y la tierra dio su cosecha.

La conversión del pecador

19Hermanos míos, si alguno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, 20sepan ustedes que cualquiera que hace volver al pecador de su mal camino, lo salva de la muerte y hace que muchos pecados sean perdonados.

Close KJV

1Paul, a prisoner of Jesus Christ, and Timothy our brother, unto Philemon our dearly beloved, and fellowlabourer,

2And to our beloved Apphia, and Archippus our fellowsoldier, and to the church in thy house:

3Grace to you, and peace, from God our Father and the Lord Jesus Christ.

4I thank my God, making mention of thee always in my prayers,

5Hearing of thy love and faith, which thou hast toward the Lord Jesus, and toward all saints;

6That the communication of thy faith may become effectual by the acknowledging of every good thing which is in you in Christ Jesus.

7For we have great joy and consolation in thy love, because the bowels of the saints are refreshed by thee, brother.

8Wherefore, though I might be much bold in Christ to enjoin thee that which is convenient,

9Yet for love's sake I rather beseech thee, being such an one as Paul the aged, and now also a prisoner of Jesus Christ.

10I beseech thee for my son Onesimus, whom I have begotten in my bonds:

11Which in time past was to thee unprofitable, but now profitable to thee and to me:

12Whom I have sent again: thou therefore receive him, that is, mine own bowels:

13Whom I would have retained with me, that in thy stead he might have ministered unto me in the bonds of the gospel:

14But without thy mind would I do nothing; that thy benefit should not be as it were of necessity, but willingly.

15For perhaps he therefore departed for a season, that thou shouldest receive him for ever;

16Not now as a servant, but above a servant, a brother beloved, specially to me, but how much more unto thee, both in the flesh, and in the Lord?

17If thou count me therefore a partner, receive him as myself.

18If he hath wronged thee, or oweth thee ought, put that on mine account;

19I Paul have written it with mine own hand, I will repay it: albeit I do not say to thee how thou owest unto me even thine own self besides.

20Yea, brother, let me have joy of thee in the Lord: refresh my bowels in the Lord.

21Having confidence in thy obedience I wrote unto thee, knowing that thou wilt also do more than I say.

22But withal prepare me also a lodging: for I trust that through your prayers I shall be given unto you.

23There salute thee Epaphras, my fellowprisoner in Christ Jesus;

24Marcus, Aristarchus, Demas, Lucas, my fellowlabourers.

25The grace of our Lord Jesus Christ be with your spirit. Amen.

1God, who at sundry times and in divers manners spake in time past unto the fathers by the prophets,

2Hath in these last days spoken unto us by his Son, whom he hath appointed heir of all things, by whom also he made the worlds;

3Who being the brightness of his glory, and the express image of his person, and upholding all things by the word of his power, when he had by himself purged our sins, sat down on the right hand of the Majesty on high:

4Being made so much better than the angels, as he hath by inheritance obtained a more excellent name than they.

5For unto which of the angels said he at any time, Thou art my Son, this day have I begotten thee? And again, I will be to him a Father, and he shall be to me a Son?

6And again, when he bringeth in the firstbegotten into the world, he saith, And let all the angels of God worship him.

7And of the angels he saith, Who maketh his angels spirits, and his ministers a flame of fire.

8But unto the Son he saith, Thy throne, O God, is for ever and ever: a sceptre of righteousness is the sceptre of thy kingdom.

9Thou hast loved righteousness, and hated iniquity; therefore God, even thy God, hath anointed thee with the oil of gladness above thy fellows.

10And, Thou, Lord, in the beginning hast laid the foundation of the earth; and the heavens are the works of thine hands:

11They shall perish; but thou remainest; and they all shall wax old as doth a garment;

12And as a vesture shalt thou fold them up, and they shall be changed: but thou art the same, and thy years shall not fail.

13But to which of the angels said he at any time, Sit on my right hand, until I make thine enemies thy footstool?

14Are they not all ministering spirits, sent forth to minister for them who shall be heirs of salvation?

2Therefore we ought to give the more earnest heed to the things which we have heard, lest at any time we should let them slip.

2For if the word spoken by angels was stedfast, and every transgression and disobedience received a just recompence of reward;

3How shall we escape, if we neglect so great salvation; which at the first began to be spoken by the Lord, and was confirmed unto us by them that heard him;

4God also bearing them witness, both with signs and wonders, and with divers miracles, and gifts of the Holy Ghost, according to his own will?

5For unto the angels hath he not put in subjection the world to come, whereof we speak.

6But one in a certain place testified, saying, What is man, that thou art mindful of him? or the son of man that thou visitest him?

7Thou madest him a little lower than the angels; thou crownedst him with glory and honour, and didst set him over the works of thy hands:

8Thou hast put all things in subjection under his feet. For in that he put all in subjection under him, he left nothing that is not put under him. But now we see not yet all things put under him.

9But we see Jesus, who was made a little lower than the angels for the suffering of death, crowned with glory and honour; that he by the grace of God should taste death for every man.

10For it became him, for whom are all things, and by whom are all things, in bringing many sons unto glory, to make the captain of their salvation perfect through sufferings.

11For both he that sanctifieth and they who are sanctified are all of one: for which cause he is not ashamed to call them brethren,

12Saying, I will declare thy name unto my brethren, in the midst of the church will I sing praise unto thee.

13And again, I will put my trust in him. And again, Behold I and the children which God hath given me.

14Forasmuch then as the children are partakers of flesh and blood, he also himself likewise took part of the same; that through death he might destroy him that had the power of death, that is, the devil;

15And deliver them who through fear of death were all their lifetime subject to bondage.

16For verily he took not on him the nature of angels; but he took on him the seed of Abraham.

17Wherefore in all things it behoved him to be made like unto his brethren, that he might be a merciful and faithful high priest in things pertaining to God, to make reconciliation for the sins of the people.

18For in that he himself hath suffered being tempted, he is able to succour them that are tempted.

3Wherefore, holy brethren, partakers of the heavenly calling, consider the Apostle and High Priest of our profession, Christ Jesus;

2Who was faithful to him that appointed him, as also Moses was faithful in all his house.

3For this man was counted worthy of more glory than Moses, inasmuch as he who hath builded the house hath more honour than the house.

4For every house is builded by some man; but he that built all things is God.

5And Moses verily was faithful in all his house, as a servant, for a testimony of those things which were to be spoken after;

6But Christ as a son over his own house; whose house are we, if we hold fast the confidence and the rejoicing of the hope firm unto the end.

7Wherefore (as the Holy Ghost saith, To day if ye will hear his voice,

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Saludo

1Pablo, preso por causa de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo saludan a Filemón, querido compañero de trabajo, 2y a la iglesia que se reúne en su casa, así como a la hermana Apia y a Arquipo, nuestro compañero en la lucha. 3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes.

Acción de gracias y petición

4Siempre doy gracias a mi Dios al acordarme de ti en mis oraciones, 5porque he tenido noticias del amor y la fe que tienes para con el Señor Jesús y para con todos los que pertenecen al pueblo santo. 6Y pido a Dios que tu participación en la misma fe te lleve a conocer todo el bien que podemos realizar por amor a Cristo. 7Estoy muy contento y animado por tu amor, ya que tú, hermano, has llenado de consuelo el corazón de los que pertenecen al pueblo santo.

Intervención a favor de Onésimo

8Por eso, aunque en nombre de Cristo tengo derecho a ordenarte lo que debes hacer, 9prefiero rogártelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano, y ahora preso por causa de Cristo Jesús, 10te pido un favor para mi hijo Onésimo, de quien he llegado a ser padre según la fe aquí en la cárcel.

11En otro tiempo, Onésimo fue para ti un esclavo inútil, pero ahora nos es útil tanto a ti como a mí. 12Te lo envío de nuevo: es el hijo de mis entrañas. 13Yo hubiera querido que se quedara aquí conmigo, para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por causa del evangelio. 14Pero no quiero hacer nada que tú antes no hayas aprobado, para que el favor que me haces no sea por obligación sino por tu propia voluntad. 15Tal vez Onésimo se apartó de ti por algún tiempo para que ahora lo tengas para siempre, 16ya no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo todavía más, no sólo humanamente sino también como hermano en el Señor.

17Así pues, si me tienes por hermano en la fe, recíbelo como si se tratara de mí mismo. 18Si te ha hecho algún daño, o si te debe algo, cóbramelo a mí. 19Yo, Pablo, escribo esto con mi puño y letra: Yo lo pagaré. Por no decir que lo pongas a tu cuenta, ya que tú me debes tu propia persona. 20Sí, hermano, te pido este favor por amor al Señor; consuela mi corazón como hermano en Cristo.

21Te escribo porque estoy seguro de tu obediencia, y sé que harás más de lo que te pido. 22Además de esto, prepárame alojamiento; porque espero que, en respuesta a las oraciones de ustedes, Dios les concederá que yo vaya a verlos.

Despedida

23Saludos de Epafras, mi compañero de cárcel por causa de Cristo Jesús, 24y también de Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, que me ayudan en el trabajo.

25Que el Señor Jesucristo derrame su gracia sobre ustedes.

Dios ha hablado por medio de su Hijo

1En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. 2Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. 3Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros pecados, se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios, 4y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido en herencia un título mucho más importante que el de ellos.

5Porque Dios nunca dijo a ningún ángel:

«Tú eres mi Hijo;
yo te he engendrado hoy.»

Ni dijo tampoco de ningún ángel:

«Yo seré un padre para él,
y él será un hijo para mí.»

6Pero en otro lugar, al presentar a su Hijo primogénito al mundo, dice:

«Que todos los ángeles de Dios lo adoren.»

7Respecto a los ángeles, Dios dice:

«Hace que sus ángeles sean como vientos,
y como llamas de fuego sus servidores.»

8Pero respecto al Hijo, dice:

«Tu reinado, oh Dios, es eterno,
y es un reinado de justicia.
9Has amado lo bueno y odiado lo malo;
por eso te ha escogido Dios, tu Dios,
y te ha colmado de alegría
más que a tus compañeros.»

10También dice:

«Tú, oh Señor, afirmaste la tierra desde el principio;
tú mismo hiciste el cielo.
11Todo ello dejará de existir,
pero tú permaneces para siempre.
Todo ello se gastará como la ropa;
12¡lo doblarás como se dobla un vestido,
lo cambiarás como quien se cambia de ropa!
Pero tú eres el mismo;
tu vida no terminará.»

13Dios nunca dijo a ninguno de los ángeles:

«Siéntate a mi derecha,
hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.»

14Porque todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación.

Importancia de la salvación anunciada

2Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para que no nos apartemos del camino. 2Los mandamientos que Dios dio en otros tiempos por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron castigados justamente. 3¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor fue quien anunció primero esta salvación, la cual después confirmaron entre nosotros los que oyeron ese mensaje. 4Además, Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su voluntad.

Jesús, semejante a sus hermanos

5Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando. 6Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara:

«¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
7Por un poco de tiempo lo hiciste algo menor que los ángeles,
pero lo coronaste de gloria y honor;
8todo lo sujetaste debajo de sus pies.»

Así que, al sujetarlo todo debajo de sus pies, Dios no dejó nada sin sujetarlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sujeto. 9Pero vemos que Jesús, a quien Dios hizo algo menor que los ángeles por un poco de tiempo, está coronado de gloria y honor, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su amor, quiso que experimentara la muerte para bien de todos.

10Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. 11Porque todos son del mismo Padre: tanto los consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12al decir en la Escritura:

«Hablaré de ti a mis hermanos,
y te cantaré himnos en medio de la congregación.»

13También dice:

«En él pondré mi esperanza.»

Y otra vez dice:

«Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.»

14Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. 15De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida. 16Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. 17Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. 18Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.

Comparado con Moisés

3Por lo tanto, hermanos, ustedes los del pueblo santo, que han sido llamados por Dios a ser suyos, consideren atentamente a Cristo Jesús, el Apóstol y Sumo sacerdote, gracias al cual profesamos nuestra fe. 2Pues Jesús ha sido fiel a Dios, que lo nombró para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la casa de Dios. 3Pero a Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés, del mismo modo que el que hace una casa recibe más honor que la casa misma. 4Toda casa tiene que estar hecha por alguien; pero Dios es el que hizo todo lo que existe. 5Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir. 6Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos.

Exhortación a la fidelidad

7Por eso, como dice el Espíritu Santo en la Escritura:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
8no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron
y pusieron a Dios a prueba en el desierto.
9Allí me pusieron a prueba los antepasados de ustedes,
aun cuando habían visto mis obras durante cuarenta años.
10Por eso me enojé con aquella generación,
y dije: “Andan siempre extraviados en su corazón,
y no han querido conocer mis caminos.”
11Por eso juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo.»

12Hermanos, cuídense de que ninguno de ustedes tenga un corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios viviente. 13Al contrario, anímense unos a otros cada día, mientras dura ese «hoy» de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde. 14Porque nosotros tenemos parte con Cristo, con tal de que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio.

15Por lo cual dice:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.»

16¿Y quiénes fueron los que se rebelaron después de haber oído la voz de Dios? Pues todos los que Moisés había sacado de la tierra de Egipto. 17¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? Con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto. 18¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A los que desobedecieron. 19Y, en efecto, vemos que no pudieron entrar porque no creyeron.

4Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje. 3Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:

«Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.»

Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo; 4pues en alguna parte de las Escrituras se dice del séptimo día:

«Dios reposó de todo su trabajo el séptimo día.»

5Y otra vez se dice en las Escrituras:

«No entrarán en mi reposo.»

6Pero todavía falta que algunos entren en ese lugar de reposo, ya que, por haber desobedecido, no entraron los que primero recibieron el anuncio. 7Por eso, Dios ha vuelto a señalar un día, un nuevo «hoy», y lo ha hecho hablándonos por medio de lo que, mucho tiempo después, David dijo en la Escritura ya mencionada:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón.»

8Porque si Josué les hubiera dado reposo a los israelitas, Dios no habría hablado de otro día. 9De manera que todavía queda un reposo sagrado para el pueblo de Dios; 10porque el que entra en ese reposo de Dios, reposa de su trabajo, así como Dios reposó del suyo. 11Debemos, pues, esforzarnos por entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de aquellos que no creyeron.

12Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.

Jesús, sacerdote compasivo

14Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos. 15Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó. 16Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad.

5Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados. 2Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y los extraviados; 3y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo. 4Nadie puede tomar este honor para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón. 5De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:

«Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.»

6Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

7Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. 8Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; 9y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen, 10y Dios lo nombró Sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.

Exhortación a progresar en la fe

11Tenemos mucho que decir sobre este asunto, pero es difícil explicarlo, porque ustedes son lentos para entender. 12Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. 13Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. 14La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo.

6Así que sigamos adelante hasta llegar a ser adultos, dejando a un lado las primeras enseñanzas acerca de Cristo. No volvamos otra vez a las cosas básicas, como la conversión y el abandono de las obras que llevan a la muerte, o como la fe en Dios, 2las enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los creyentes, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3Es lo que haremos, si Dios lo permite.

4Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo, 5y saborearon el buen mensaje de Dios y el poder del mundo venidero, 6si caen de nuevo, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla de todos. 7Son como la tierra que bebe la lluvia que cae en abundancia sobre ella: si da una cosecha útil a los que la trabajan, recibe la bendición de Dios; 8pero si da espinos y cardos, no vale nada; cae bajo la maldición de Dios, y finalmente será quemada.

9Pero aunque hablamos así, queridos hermanos, estamos seguros de que ustedes se encuentran en el primer caso, es decir, en camino de salvación. 10Porque Dios es justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le han mostrado al ayudar a los del pueblo santo, como aún lo están haciendo. 11Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza. 12No queremos que se vuelvan perezosos, sino que sigan el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.

Promesa y juramento

13Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por sí mismo, porque no había otro superior a él por quien jurar; 14y dijo: «Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.» 15Abraham esperó con paciencia, y recibió lo que Dios le había prometido. 16Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no hay más que discutir. 17Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el juramento. 18De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado. 19Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco. Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial, 20donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando así a ser Sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

Jesús, sacerdote como Melquisedec

7Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo; 2entonces Abraham le dio la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla. Ante todo, hay que notar que el nombre Melquisedec significa «rey de justicia», pero aparece también como rey de Salem, que quiere decir «rey de paz». 3Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento ni de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre.

4Ahora bien, fíjense qué importante era Melquisedec, que nuestro propio antepasado Abraham le dio la décima parte de lo que les había ganado a los reyes en la batalla.

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Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

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Filemón - Santiago 5 (DHH) (2024)

FAQs

¿Qué dice Filemón? ›

Filemón, siempre le doy gracias a mi Dios cuando oro por ti porque sigo oyendo de tu fe en el Señor Jesús y de tu amor por todo el pueblo de Dios. Pido a Dios que pongas en práctica la generosidad que proviene de tu fe a medida que comprendes y vives todo lo bueno que tenemos en Cristo.

¿Que explica Santiago 5? ›

Santiago nos recuerda que no podemos quejarnos ni rezongar en nuestras dificultades —para que no seáis condenados. b. He aquí, el juez está delante de la puerta, Jesús viene como un juez, y no solamente para juzgar al mundo, sino para evaluar la fidelidad de los cristianos (2 Corintios 5:10).

¿Cuál es el tema central de Filemón? ›

Filemón era bastante rico y poseía una casa lo suficientemente grande como para poder recibir a la iglesia allí, así como al menos a un esclavo llamado Onésimo. Este esclavo es el tema principal de esta carta.

¿Qué lección nos enseña Filemón? ›

Filemón nos enseña que la vida en Cristo cambia cada relación. También nos enseña que nuestras relaciones con otros prueban y demuestran nuestra relación con Cristo. Más allá de esto, nos enseña que la transformación del corazón de los individuos puede vencer lacras sociales como la esclavitud.

¿Que le debía Filemón a Pablo? ›

Pablo le dice a Filemón que su esclavo que se había escapado, Onésimo, se ha convertido al Evangelio. Pablo le pide a Filemón que reciba de vuelta a Onésimo como un hermano en el Señor. Pablo ofrece restituir cualquier pérdida financiera que Onésimo le haya causado.

¿Cuál es el proposito del libro de Filemón? ›

Pablo escribió a Filemón para alentarle a que recibiera a Onésimo de vuelta como un hermano en el Evangelio, sin los castigos severos que normalmente se imponían a los esclavos que escapaban (véase Filemón 1:17).

¿Cuál es el mensaje de la Carta a Filemon? ›

Como pudimos ver, esta Carta no solo tiene una implicación personal sino también comunitaria, en la cual su mensaje está a favor de la libertad, a favor de la vida plena familiar y comunitaria. El centro del mensaje de Pablo es La Justicia Divina que se hace presente en Cristo.

¿Qué relata el libro de Filemón? ›

La Epístola de Pablo a Filemón, conocida simplemente como Filemón, es uno de los libros del Nuevo Testamento cristiano. Es una carta escrita por el apóstol Pablo, mientras se encontraba prisionero, junto con Timoteo, y dirigida a Filemón, figura importante de la iglesia de Colosas.

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